Cuando la Junta de Andalucía llegó a nuestras vidas, escogió como sede en Almería un solariego palacete, el antiguo casino, edificado originalmente como mansión señorial en los años de esplendor uvero y minero de nuestra provincia. En su remodelación, la nueva administración andaluza no reparó en gastos: maderas nobles, mármoles, estucos y frescos acabaron dando un toque funcional y solemne a una de las dependencias oficiales más hermosas que tiene nuestra ciudad. Pues desde allí, desde su principal despacho, la máxima representante de la Junta en Almería, doña Gracia Fernández, ha dicho en una entrevista publicada en LA VOZ DE ALMERIA que, “a pesar de todas las críticas que tienen las aulas prefabricadas, yo no lo veo tan malo”. Textual. No sabemos si para predicar con el ejemplo doña Gracia piensa trasladar su despacho a un módulo de contrachapado en un solar, cosa que no sería tan mala para quien tan frugal concepto tiene del espacio. Lo que sí sabemos es que esto es todo lo que podemos esperar los almerienses de una administración que, después de casi cuarenta años de gestión ininterrumpida, sigue educando a muchos niños almerienses en barracones: conformismo y negación de la realidad.

Está aún por ver que un socialista almeriense sea capaz de alzar la voz ante sus señoritos de Sevilla para reclamar la resolución de situaciones manifiestamente injustas. Y no sólo eso: ante la evidencia, se recurre a la contemporización del “pues yo no lo veo tan mal”. Toma ya.

¿Se imaginan la que se habría montado si el alcalde Ramón Fernández-Pacheco hubiera dicho que las siete horas de Talgo a Madrid no son para tanto? Espero que estos días algún periodista tenga el coraje de preguntar a las compañeras y compañeros de la señora Fernández si comparten el análisis de la máxima responsable de la Junta en Almería sobre las aulas prefabricadas. Y hablo de la prensa porque en nuestra provincia, ya lo saben, no hay Foros ni Mesas que quieran prestar atención a estas cosas.