La Voz de Almeria

Opinión

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El inicio de cada curso es como la Avenida de los Francotiradores del cerco de Sarajevo, en donde todo el que pasaba corría el riesgo cierto de recibir un balazo. Esta cacería de patos que supone jugar con la ventaja del tiro hecho, se reproduce periodísticamente en el modo en que desde el gabinete de prensa de la Junta de Andalucía se abate al informador que se traga el comunicado oficial de Educación, hablando de lo bien que ha empezado el curso en Almería. Y todos los años se repite la misma historia: los alumnos vuelven a clase con total normalidad y la única nota distintiva es que se ha mejorado en esto o en lo otro. Y así, la percha de la que colgar el éxito perenne ha sido este año el aumento del número de profesores (ellas y ellos prefieren decir “docentes”, porque no terminan de comprender que “profesores” engloba magistralmente a todos) y todos contentos. Hay que comprender que los niños son menores y no pueden participar en esas encuestas-recurso de satisfacción de usuarios que la Junta nos sacude con los supervivientes de Torrecárdenas cada vez que hay una mala noticia en Salud. Pero no nos desviemos. Para casi nadie ha sido noticia que Almería siga siendo la provincia andaluza con más aulas prefabricadas, una especie de barraquita con pizarra que la Junta coloca donde debería hacer un colegio y así vamos tirando millas. Algunas de ellas corren riesgo de ser declaradas BIC por la de años de servicio que acumulan. Pero eso no viene –faltaría más- en el comunicado que se reproduce luego al tirón y, por tanto, eso no es noticia. Y no tienen la culpa los gabinetes de prensa, que hacen su papel y venden la burra tal como les interesa. La culpa la tiene quien, llevado de las prisas, ignora el dato de que centenares de niños almerienses van a empezar y terminar el curso 2017-2018 en un barracón. Y esto no es una opinión: es un hecho.


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