La Voz de Almeria

Opinión

El naufragio del sentido comun

Estamos ante la falta de perspectiva humana que supone asistir a una posible tragedia desde la desvinculación emocional

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En tiempos más felices e indocumentados, cuando todos los alevines de periodista soñábamos con ser reporteros de guerra, recuerdo que uno de los debates que siempre acudía al rebufo de la tercera caña entre compañeros de clase era el dilema ético sobre qué hacer en caso de ser testigo informativo de una tragedia en mitad de una crónica. ¿Seguir informando o ayudar? Y así pasábamos las mañanas de pellas, sin que fuera posible ningún consenso más allá del extraño sabor a napalm que iba cobrando progresivamente nuestra bebida. Si les digo esto es porque acabo de ver las imágenes grabadas con un móvil de la entrada a puerto del ferry que cubre la línea Almería-Melilla, con un temporal tan fuerte que, por algunos momentos, no parece desdeñable la posibilidad de que el pesado y enorme buque acabe volcando en la misma bocana del puerto africano. Y lo que llama la atención no es el espectáculo impresionante de ver a un buque tan grande escorándose como una patera fuera de control y pensar en la trampa mortal que es siempre un barco con la quilla al aire. Acuérdense del accidente del ferry italiano “Costa Concordia”, que fue como ver “La aventura del Poseidón” trasladada a la realidad. Lo sobrecogedor es escuchar que las personas que están grabando esas imágenes se están divirtiendo un montón con la situación. Se suceden las bromas y el bamboleo del barco es festejado con comentarios joviales. Y ya no es que estemos ante en debate teórico del aspirante a reportero de guerra que duda entre seguir grabando o socorrer a los heridos de un bombardeo. Estamos ante la falta de perspectiva humana que supone asistir a una posible tragedia (quien está grabando no puede saber cómo va a evolucionar el incidente) desde la más absoluta desvinculación emocional y sin la mínima capacidad de ponerse en la situación de los grabados. Lo que no sabíamos mientras arreglábamos el mundo en el bar de la facultad es que el mundo en que vivimos ya no tiene solución.


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