La Voz de Almeria

Opinión

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Unidad era la proclama que en el conciliábulo podemita gritaban los soldados rasos apostados en las gradas del templo purgatorio de Carabanchel y unidad era la soflama que en la conjura antirrevolucionaria de la Caja Mágica ungían los dirigentes populares a unos afiliados entretenidos en el selfie continuo de la autocomplacencia. Iglesias tiene más complicado conseguirla. Se antoja difícil confiar en que las promesas de “humildad y unidad” vertidas en el discurso vencedor por Iglesias tengan su aplicación práctica en una estructura partidaria que no admite el advenimiento a pactos internos o repartos de cuotas de poder que puedan propiciar una suerte de tregua o equilibrio en Podemos. En la guerra del todo o nada que propició Iglesias mediante su coacción de abandonar la secretaría general si no ganaba hasta en los entrenamientos, la “paz” solo se encuentra tras las purgas. 
Más aún cuando resulta meridiano que la lucha trasciende todos los parámetros político-ideológicos habiéndose jugado, en buena parte, sobre el terreno de lo personal. Veremos hasta dónde llega esa depuración y lo intenso de su aplicación, algo que tendrá su consecuencia lógica ya no tanto en el mantenimiento de la armonía interna –que también- sino en las posibilidades que tendrá Podemos de pescar en los caladeros de votantes que aún necesitan para asaltar los cielos. Lo escribió ayer Rubén Amón en El País, “el escrutinio militante favoreció la opción militante”. Veremos cuan positivo es eso de cavar trincheras en vez de abrirse y negarse al ensimismamiento para seducir a los todavía hoy miedosos. Entretanto, Rajoy volvió a sucederse a sí mismo. 
Lleva el gallego desde 1977 en los lodos de la política tirando del arte del refranero y la sinonimia para no decir absolutamente nada porque tampoco lo necesita. Ha desideologizado al PP para convertirlo en el “partido gestora”. Lo ha burocratizado de tal forma que ha conseguido entronizarse como el máximo antipopulista del planeta, como un obediente intérprete del “statu quo” neoliberal que lucha contra la incertidumbre. Sabe que la estrategia del mal menor es hoy su mayor atractivo electoral, aún cuando ello profundiza en la percepción del PP como un partido tecnocrático alejado de una linde ideológica por la que discurrir. Lo dijo el propio Rajoy: “somos reformistas a nuestra manera”. Le faltó añadir, “hagan como yo, no se metan en política”.


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