José Pérez Hernández
Gracias, papá
Familia Pérez Miranda

En el año 1927, el año de los poetas, el 15 de abril, Viernes Santo, nació José Pérez Hernández, en Uleila del Campo, un pueblecito de almendras, aceite y queso fresco. Era un niño de cabello muy rubio y ojos muy azules, el más pequeño de la familia, y creció mimado con esmero por su madre, la tía y sus dos hermanas. Su padre, a la vuelta de su estancia de 7 años en América, se quedó para verle crecer. Por tristes avatares relacionados con la Guerra, a los 12 años se convirtió en el cabeza de familia y, abandonando los estudios, se tuvo que poner a trabajar. Siempre fue un hijo y hermano ejemplar y un trabajador responsable, muy considerado y valorado por sus jefes, en la misma empresa, Almacenes Segura, durante cerca de 50 años. Un día lluvioso en Almería, de los que no son abundantes, conoció a la mujer de su vida, Carmen, una muchacha guapa, decidida y resuelta, que resultó ser hermana de uno de sus mejores amigos. Aquel día cambió su vida porque se enamoró para siempre de la que había de ser su esposa a lo largo de más de 40 años. Tuvieron tres hijos a los que criaron y educaron con amor. Él trabajó sin descanso para que a su familia, a pesar de ser años difíciles, en plena dictadura y con la postguerra todavía cercana, no le faltara de nada. Al salir del trabajo por las noches, iba en su moto, desafiando los rigores del invierno o los bochornos veraniegos, a visitar a los clientes de las tiendas de barrio, como representante de su empresa. Incluso le robaron la moto y, lejos de arredrarse ante esta dificultad, los dos, con valentía y optimismo, compraron otra y siguieron pagando las dos, sin desfallecer nunca ni tener miedo al trabajo. Fueron muchos años de sacrificio y esfuerzo, de encontrar cada noche a sus hijos dormidos al llegar a casa, de privarse de las vacaciones de verano para que el resto de la familia se pudiera ir a pasar un mes de juegos y aventuras gozosas en el pueblo de la familia materna, de cuidar de nosotros con absoluta entrega y dedicación.
La familia Pérez Miranda nunca te olvidará. Y hoy que te has marchado en silencio, casi de puntillas, tan discretamente como has vivido, tenemos que decirlo:
Gracias, Papá.
Gracias por tu generosidad y tu hombría de bien. Gracias por ser un hombre tan prudente, sensato, formal, responsable, generoso, trabajador, cabal y juicioso. Gracias por trabajar tanto y por cuidar de nosotros siempre. Y, sobre todo, gracias por haber querido a nuestra madre, con ese amor profundo y eterno, durante toda tu vida y formar junto con ella esta familia.