Cristóbal, ya hace tres años que nos falta tu presencia física, que no la espiritual, que transciende al tiempo y al espacio y permanece con nosotros. Aunque estoy seguro que, desde esa otra dimensión, estás al tanto de todo, en mi afán de repetición, que todo mayor posee, te cuento algunas cosillas: Que tus hijas siguen siendo dos princesas, como tú siempre las llamabas. La mayor nos ha dado una alegría al retomar los estudios y matricularse en magisterio-noble profesión donde las haya- y la menor, este año acabará sus estudios del colegio y pasará al instituto. Un día que fueron a llevarte flores, Natalia, en su inocencia y amor de pequeña, cogió una rosa marchita de las que allí había y se la llevó. Seguramente pensó que era algo de lo poco que su padre poseía. Isa y nosotros, que nos dimos cuenta, lloramos de profundo sentimiento. Isa, como siempre, sigue siendo nuestra hija y no hay día que no se interese por nosotros e igual que tus hermanos te echa muchísimo de menos. Respecto de tu único sobrino, Mario, no hay forma de que suelte tus camisetas o tus chanclas aunque estén estropeadas. Aunque pasa el tiempo, cada día comprobamos que tu obra y tu recuerdo permanece, no solo en tu familia, sinó en todos aquellos que te querían, que eran muchos. Eso, junto al bien que podamos hacer por los que quedan, nos anima a mamá y a mi a seguir viviendo, en tanto que nos podamos reunir contigo. Hijo, que larga se hace la vida desde que te marchaste.