La Voz de Almeria

Obituarios

Juan Romacho Espinosa

En la muerte del padre

Francis Romacho

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Alcanzar el reconocimiento de los otros, superar los límites del tiempo vivido y dejar huella suele ser consecuencia de una serie de valores convenidos entre los que cotiza en ínfima parte la bondad. La riqueza ilimitada, la ambición de poder, la excentricidad o la barbarie sitúan sin dificultad a sus protagonistas entre los primeros puestos de esa eternidad de piedra que tanto afanaron, en muchos casos de manera criminal. Después de una larga vida de enormes sacrificios y, para nuestra fortuna, de intensos momentos de pura felicidad, ha muerto Juan Romacho Espinosa, un buen hombre. Un buen hombre mayúsculo. Su destino Casi nada le fue dado salvo la determinación, el coraje y la fortaleza con la que se enfrentó a un destino cruel que le condenó al destierro laboral y familiar de más de veinte años. Como sus hermanos y paisanos, como millones de andaluces, hubo de renunciar a sus sueños y cruzar clandestinamente las fronteras (¿les suena?) en busca de trabajo en Europa, en la Alemania de los sesenta del siglo pasado donde encontró el sentido del compromiso social, de la recompensa por el esfuerzo, del reconocimiento de la dignidad. Siempre hemos sabido, como denunció con valentía el profesor Cazorla con dictador aún en vida, que el subdesarrollo y la emigración de aquella Andalucía "limpia, pobre y alegre", como la caricaturizaba el régimen, fue una canallada política que permitió la infame sangría y la pérdida de cientos de miles de hombres en la mejor edad para laborar el fruto de sus tierras. Memoria vital Aquellos hombres duros como troncos de olivos se enfrentaron apenas con sus manos vacías a lenguas, climas y culturas desconocidas y, sobre todo, a una soledad indescriptible y a una nostalgia sin fin que ya nadie les podrá compensar nunca, mientras sus hijos crecían y sus mujeres les extrañaban a miles de kilómetros. Esos hombres son nuestra memoria vital y sus remesas de divisas fueron la llave que nos abrió la puerta de la esperanza para escapar de un destino al que habíamos sido condenados de antemano. En estos momentos de insoportable dolor, la razón no nos alcanza para acercarnos a la misteriosa región donde se encuentras las últimas claves de la vida de un hombre. Pero sí sabemos que al menos hubo una cierta justicia poética, que a su vuelta los años pasaron piano y así pudo conocer a través de los abrazos de sus hijos nuestro infinito orgullo por su esfuerzo gigante, pudo besar y ser besado por sus muchos nietos y pudo recuperar el herido amor de nuestra madre, tan suavemente fuerte, tan protectora, tan matriarcal. Ha muerto Juan Romacho Espinosa, nuestro padre. Un ser excepcional, un héroe desconocido. Un héroe de verdad que será enterrado a las 11 horas del martes en Exfiliana. Tus hijos, Amelia, Francis, Juan, Lourdes, Fernando y Miguel Romacho Ruz.

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