Luis López Gay
A la memoria de un gran pediatra almeriense
Juan López Muñoz

El fallecimiento de mi admirado y querido Luis ha movido todos mis recuerdos de su persona, de mi afecto hacia él y de mis sentimientos. Su entrega a la profesión y más aún, al niño enfermo, ha sido mucho más que ejemplar y más de lo que humanamente se podía desear y hacer. Su forma de ser es el mejor ejemplo de trabajar por el niño enfermo y en beneficio de los demás. Su lucha contra la enfermedad infantil, en una época en la que comenzaba en España la pediatría, es digna de encomio y de darle la difusión necesaria en la sociedad por su aportación, su ejemplo y su nivel científico. Estos pediatras son los que de verdad han creado la pediatría y la puericultura, cuando no existía ni la teoría ni la práctica. Desde su colegiación el 12 de mayo de 1948 en el Colegio Médico de Almería, procedente de Madrid, donde hizo la especialidad, hasta el final del siglo XX, han sido más de 50 años de práctica pediátrica, curando, visitando y consolando a familias y a madres angustiadas por sus hijos enfermos. Él contribuyó, con aportaciones científicas y su asistencia, a la creación de la Sociedad de Pediatría de Andalucía Oriental de la que era Miembro de Honor; así como de la Asociación Española de Pediatría, también nombrado Socio de Honor. Creo que ha sido uno de los hombres más importantes, reportando beneficios a la sociedad almeriense del siglo XX. Una gran proporción de los adultos de hoy de Almería han sido cuidados y curados por sus manos. Un médico no es un profesional que cura o consuela, es alguien que salva situaciones de congoja, de pena, de miedo y de desolación. Es alguien que crea esperanzas en las familias y en las personas enfermas. Nunca tuvo pereza para trasnochar o deambular por la ciudad haciendo visitas a los domicilios de los niños gravemente enfermos, luchando contra la enfermedad y las madrugadas febriles de los niños. Esto cuando las Urgencias Pediátricas no existían, ni privadas ni públicas. Además de sus méritos académicos, científicos o profesionales, existe un rasgo de su personalidad, para mí el más destacado: su moral y su ética tan inequívocas y tan rectas. Probablemente lo que más ha definido su conducta ha sido su comportamiento con compañeros, con enfermos y con todo el mundo; la dulzura de su carácter para los que trataba. Era una persona ejemplar tanto por su formación cultural y religiosa, como por ser una persona integra, buena y solidaria.