Mariposeando entre cuadros y posidonias

Soy incapaz de valorar una obra de arte, solo sé si me gusta o no

Museo del Realismo.
Museo del Realismo. Juan Sánchez
Moisés S. Palmero Aranda
09:48 • 22 may. 2024

Con la cabeza puesta en los Días Europeos de la Red Natura 2000 y los Parques Naturales, aproveché el Día Internacional de los Museos, para conocer el recién inaugurado Museo del Realismo Español Contemporáneo.



Soy incapaz de valorar una obra de arte, solo sé si me gusta o no, si me evoca o inspira algún sentimiento. Diferente es cuando alguna entendida en la materia pone en contexto la obra, su autor, los dogmas y censuras de la academia, la influencia europea, el movimiento de la luz, la innovación en las técnicas, la posición de unas manos, la mirada huidiza de un secundario, la precisión de un trazo, la firma del aprendiz que se convirtió en maestro, o las cicatrices que horadó el olvido en un oscuro sótano.



Sin embargo, sin ayuda de nadie, comprendí, admirando el artesonado mudéjar del siglo XVI, los pasillos y el magnífico patio del antiguo Hospital de Santa María Magdalena, la importancia del edificio, el contenedor, el entorno, para engrandecer las obras de arte. Y ahí, en ese chispazo, nada original ni novedoso, que no cambiará la historia de la Humanidad, por vulgar e intrascendente, pensé en los espacios naturales como colecciones al aire libre y en que el año que viene celebraremos el Día de los Museos navegando sobre las praderas de posidonia, o paseando por sus arribazones, que bien podrían inspirar una colección de naturalezas muertas.



Podría ser cualquier otro espacio natural, pero el Monumento Arrecife Barrera de Posidonia de Roquetas de Mar, es un buen ejemplo, además de porque el sábado volveremos allí, porque en apenas 108 hectáreas se entremezcla el patrimonio natural con el cultural, y explica a la perfección la importancia de la conservación de los ecosistemas para la supervivencia humana. 



Esta planta, que no un alga, es el origen del municipio. No por sí sola, pero sí una pieza imprescindible para entender la obra de arte que representa como especie, y su influencia en el desarrollo social de las gentes que la disfrutaron.



Las Roquetas, como todo lugar costero, debe su nombre a los marineros que llegaron caboteando a nuestro litoral, y encontraron en el golfo de Almería un lugar donde esperar a que amainase el temporal. Allí descubrieron un manantial de agua dulce para calmar la sed; un bosque, el de la Algaida, donde aprovechar sus recursos y arreglar sus barcos; humedales para extraer sal; cauces para adentrarse en una prometedora sierra en busca de minerales; y un fondo arenoso poco profundo, donde construir un portezuelo y con pesca abundante para alimentarse, comerciar y fabricar salazones y el púrpura. ¿Qué más necesitaban?



De la posidonia, sin ser conscientes de ello, se beneficiaron de su estructura de arrecife que frena la fuerza de la ola y acumula arena; de sus aguas cristalinas generadas gracias al hipnótico vaivén de las hojas que recogen los sedimentos, y que propician las pesquerías de Roquetas, porque entre ellas se reproducen, protegen y alimentan más de 800 especies; de los arribazones sobre la orilla, para la ganadería, la agricultura, el transporte de mercancías, elaborar ungüentos sanadores, almohadas insecticidas o impermeabilizar tejados.



La Red Natura 2000 se celebra representando con las manos el aleteo de una mariposa capaz de cambiar el mundo, la teoría del caos. Este año, mariposearemos por los cuatro bosques de Murgi, entre las hojas de posidonia y ante los cuadros que pintaron Antonio López y Andrés García Ibáñez, de la Isleta del Moro desde Los Escullos a diferentes horas del día.


El aleteo generó la idea, mezcló arte y posidonia. Ahora solo queda organizar el caos, si es que eso es posible. 


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