La ecología tenía razón

Miguel Ángel Blanco
23:30 • 05 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 06 abr. 2019

No es sólo el cambio climático. Es toda la realidad. Desde el siglo XX las advertencias científicas sobre la destrucción de la capa de ozono no configuraron inicialmente una opinión pública mundial sobre el futuro  incierto que se auguraba. Ni la clase política ni económica pusieron en marcha mecanismos para afrontar la gravedad del problema, que conlleva la destrucción de la gran Biosfera de la Tierra. En su lugar, se mantuvo el criterio de que lo importante es el pleno desarrollo. La Naturaleza se veía como un territorio para explotarlo. Y los ecologistas nacieron entonces para denunciar esa realidad. 


La Ecología ya estaba en marcha. No sólo como una cuestión colectiva sino como fundamento de un rigor científico repleto de advertencias. Las organizaciones ecologistas no tenían buen cartel, ni lo siguen teniendo, aunque se hayan producido cambios de conciencia. La contestación ecologista tuvo que implantarse con la protesta y la movilización. No había otra salida. Es la función que en Almería y parte del Sureste ha ejercido el Grupo Ecologista Mediterráneo, desde 1977. Cultura y Naturaleza van de la mano. 


Y así se consiguió, por ejemplo, la protección del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. La gran problemática almeriense se analizó en el I Encuentro de Colectivos Ecologistas de la Provincia (1985), que puso el principal acento en el proceso de desertificación y en la colisión entre Política y Ecología. El mundo económico, empresarial, nunca vio con buenos ojos la presencia  ecologista.



El teólogo Leonardf Boff (Teología de la Liberación) en su “Ecología, grito de la Tierra, grito de los pobres” abrió una dimensión de compromiso frente al sistema del desarrollismo, especialmente por la destrucción de la Amazonía en Brasil, la persecución de los pueblos indígenas, la expulsión de sus territorios ancestrales por intereses de multinacionales y clases económicas dominantes. Una realidad que afecta a toda Américas Latina prácticamente. Según Leonard Boff, “la Ecología se ha transformado en una crítica radical al modelo de civilización que estamos construyendo”. 


Y ahora, una adolescente sueca, Greta Thunberg, ha puesto a reflexionar a todo el planeta ante la amenaza del cambio climático: “Es el sufrimiento de muchos el que paga el lujo de unos pocos”. Confrontación, pues, Norte-Sur. El poder de países ricos explota la Naturaleza de los países pobres.



La destrucción del desarrollismo está en todas partes. Los conceptos están alineados y se dan la mano en esta realidad que engloba la actualidad: Capa de ozono, Desertificación, Despoblamiento, Patrimonio destruido, Naturaleza acosada, Paisaje sin horizontes, Pesticidas, Espacios naturales a proteger y la nueva cultura del agua. Según planteó Pedro Costa Morata en 1985 (“Hacia la destrucción ecológica de España”) el modelo económico llena el camino desarrollista de cadáveres. La ética ecológica es imprescindible para recuperar el sentido de la Naturaleza (“XXI. Siglo de la Ecología”, por Joaquín Araujo). 


Fundamental, en torno al cambio climático, es la cuestión del Agua (“El reto ético de la nueva cultura del Agua” por Pedro Arroyo). En 2005, nació en Madrid la Declaración Europea por una Nueva Cultura del Agua: “Más de 1.100 millones de personas no tienen garantiza el acceso a aguas potables y 2.400 millones no disponen de servicios básicos de saneamientos”. El Agua está en manos de los intereses del poder dominante.



Y frente a esta realidad agónica, el debate sobre el Cambio Climático pone en marcha la exigencia del cumplimiento de la Carta de la Tierra (Naciones Unidas, 2000): “Unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la Naturaleza, los derechos humanos universales, la justifica económica y una cultura de Paz… Unirnos en la protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra”. 


El gran reto de la Ecología, pues, está vivo. Y no se rinde ni se rendirá.


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