El cine que nos hizo libres

En los años 60-70, Almería era Hollywood

Actores en Almería, entre ellos Henry Fonda y Claudia Cardinale.
Actores en Almería, entre ellos Henry Fonda y Claudia Cardinale.
Fausto Romero-Miura
15:22 • 13 dic. 2019

Brigitte Bardot iba en un Rolls blanco con un chófer negro. Aparcó en la puerta de Simago -entonces, el único supermercado de Almería- en el Paseo; bajó la diosa; compró; preguntó si le podían enviar la compra, y la dependienta le contestó: “si me dice cómo se llama y donde vive, con mucho gusto”.



La diva, hecha una furia, declaró a Paris Match que Almería era peor que Tombuctú, pues no la conocían. No era eso, no. Es que en Almería el divismo está mal visto. Lo soportamos poco. Somos gente sencilla, modesta.



Durante el rodaje de Shalako, Brigitte Bardot me pidió que la ayudara a subirse al caballo blanco, y me dejó hacerle fotos, que me firmó otro día en una conversación a solas. No era simpática, a diferencia de Claudia Cardinale que, al igual que Anthony Quinn, es recordada en Almería con especial afecto, pues se integró plenamente en la vida de la ciudad con absoluta sencillez –participó en la cuestación de la Cruz Roja, hucha en mano- todo lo contrario que el engreído Marcello Mastroianni, vestido de blanco y teñido de panocha.



Con todo, quien más me impactó como belleza fue Candice Bergen, la actriz más guapa que he tenido cerca, al margen de Ava Gardner, incomparable. Vestida con unos vaqueros, una camiseta, unas bambas y sin maquillaje era luminosa. Y es que entonces los artistas caminaban en paz por el Paseo o tomaban el sol en la playa o iban a Los Toros, aunque no todos conseguían entrar a la Plaza por muy divos que fueran: yo vi a un Policía -tengo foto- darle un jarreón a Alain Delon porque, acompañado de Anthony Quinn, se empeñó en pasar en plena corrida; como vi en una barrera del 4 a Charles Bronson, Jason Robards y Lauren Bacall -La Flaca maravillosa- junto a Fernando Lamas y Esther Williams en la contrabarrera y, antes, a Raquel Welch y Tom Gries, emocionados en el debut como novillero de su paisano Henry Higgins -¡Dios, qué paliza le dio el toro al pobre guiri!- alternando con Vaquerito y Pedruelo.



E iban de tapas como unos almerienses más. De verdad. Era frecuente ver a Anthony Quinn, que vivía en la playa del Zapillo, aparcar su Cadillac negro en la puerta del Castilla -donde está hoy el edificio Remasa- sacar del maletero una bicicleta e irse con ella al Kiosko del 18 de julio a tomarse unas cervezas con los médicos Domingo Artés y Cristóbal Gómez, y Anthony Quayle... y conmigo que, dada mi relación entrañabilísima con el Dr. Artés -Tito Mino- me apuntaba. Y Fernando Lamas nos invitó a José Antonio López Alemán y a mí al Hotel Aguadulce y nos presentó a su mujer, la mágica sirena Esther Williams. Fue muy ilustrativo que a mi pregunta de si era argentino o estadounidense, me contestase que americano “por la misma razón que Di Stefano español”. Y es conocida la anécdota del productor que al entrar una noche en el espléndido restaurante “El Rincón de Juan Pedro” y ver cenando a tal cantidad de estrellas, en mesas separadas, exclamó: “¡Esto, ni en Hollywood!” Clint Eastwood, Yul Brinner, Omar Sharif, Peter O’Toole, Ursula Andress, Raquel Welch... Rodar en Almería era patente de estrella: quien no hubiese rodado aquí no subiría, jamás, al Olimpo del divismo.



“El Habichuela”, un hombrecillo afable, indiscreto, enteco y de edad indeterminada, se codeaba de igual a igual con las estrellas y se creía el sheriff de aquella ciudad de los prodigios. Su vida no era sueño: convirtió en vida su sueño...



Comprendo que todo esto sea inimaginable para la gente joven de ahora, pero, en los años 60-70, Almería era Hollywood, un poco el centro de cielo: todavía no se había instalado el Observatorio de Calar Alto, pero ya entonces todas las estrellas estaban aquí. De carne y hueso por más míticas que fuesen. Añadamos, a los citados, a John Lennon -a quien visitaba Ringo Star- que compuso su mítica “Strawberry Fields” mientras hacía la guerra a las órdenes de Richard Lester en el desierto de Tabernas. Por cierto: me pillaron porque, cuando estaba yo emboscado entre las retamas y el esparto, el objetivo de mi máquina reflejó el sol y, además de delatarme, les fastidié un plano.



En aquella época -era inevitable el contagio, claro- yo hacía cine. Un cine raro, ideologizado. Con Mariano Maresca, mi amigo de siempre, rodaba lo que dimos en llamar Cine Libre o Alternativo. Y, hoy, me siento emocionado porque el martes se estrenó en el Teatro Apolo el documental “1975: el cine que nos hizo libres”, dirigido espléndidamente por Juan Gabriel García y producido - ¡y cómo, qué trabajo! - por Quico Medina, sobre las jornadas que celebramos, aquí, en agosto de 1975, de las que salió el, ya mítico, Manifiesto de Almería.


¡Si va a resultar que soy un clásico!


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