Dejar o no propina en los bares, esa es la cuestión

Los camareros deben cobrar para pagar clases o comprar reglos, no fiarlo a la gracia de otros

Un camarero gesticula tras recibir una propina en un establecimiento de hostelería
Un camarero gesticula tras recibir una propina en un establecimiento de hostelería La Voz
Antonia Sánchez Villanueva
20:46 • 19 dic. 2022

Hace no tantos años, cuando los españoles nos proponíamos viajar a otro país occidental, una de las primeras cosas que aprendíamos antes de partir era que, entre las costumbres sociales del lugar que visitábamos, estaba la de dejar propina obligatoriamente en los bares, restaurantes y cafeterías. De hecho, en ese proceso previo descubríamos que no se trataba de pagar un extra sí o sí, más o menos generoso en función de la satisfacción con la que salíamos del local, sino de una parte del precio mismo, la correspondiente al salario de los camareros, y que variaba en porcentaje según lo contentos que quedaran los clientes. Dicho sin filtros: o se pagaban propinas o los diligentes camareros recibían sueldos ridículos. 



Resultaba muy conveniente conocer de antemano estos detalles para evitar pasar vergüenza cuando los que un rato antes eran serviciales empleados, mudaban el gesto al ver a los clientes españolitos hacerse los suecos -así lo interpretarían seguramente- para no pagar la parte de la cuenta que más les importaba. También ayudaba este conocimiento a hacerse una idea real del importe último de la minuta, y no ilusionarse vanamente al leer la carta. 



Siempre me ha parecido que nuestra costumbre española de incorporar en los precios de la restauración el coste de personal, y dejar a la voluntad de los clientes esa pequeña gratificación adicional, no inducida y no obligada, era mucho más justo para los consumidores, pero, sobre todo, para el personal que trabaja en los negocios. Por eso, pensar ahora en esa iniciativa de la Comunidad de Madrid de apelar al bolsillo de los ciudadanos que van a bares o restaurantes para que los trabajadores de la hostelería ingresen complementos que deberían ser salariales, evoca un estado de cosas simplemente indeseable. Que para que el personal pueda pagar clases de inglés o comprar regalos haya que confiar en la gracia de los otros, es un mensaje muy equivocado. Esa capacidad adquisitiva debe salir directamente de los sueldos, ni más ni menos. Todo lo demás es pura demagogia. 









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