Cuando rodaron Patton en la plaza de la Catedral

Las ventanas y balcones del antiguio colegio Diocesano se llenaron con los internos que querían ver el rodaje.
Las ventanas y balcones del antiguio colegio Diocesano se llenaron con los internos que querían ver el rodaje.
Eduardo de Vicente
17:12 • 27 mar. 2015

De todos aquellos rodajes que llegaron en la década de los sesenta a Almería, uno de los que más huella dejaron en los niños de entonces fue el de la película Patton. Todo el entramado del rodaje se desplazó durante un día al corazón de la ciudad, a la Plaza de la Catedral y a sus calles colindantes. En la tarde del viernes 21 de marzo de 1969, los tanques atravesaron la ciudad desde el Parque para instalarse en la plaza. Fue un gran acontecimiento. Las familias enteras acudían para ver la maquinaria de guerra y rozarse con aquellos carros de combate que casi nadie había visto nunca salvo en las películas de guerra. Los pocos que tenían máquina se echaban fotografías con los soldados y los vecinos disfrutaban de un hecho sin precedentes: por primera vez una película con toda su tramoya se mezclaba con la gente como si formara parte del barrio. Es verdad que Patton nos dejó las calles maltrechas porque por donde pasaban los tanques no volvía a crecer la hierba, y que la plaza de La Catedral se quedó convertida en un solar, pero mereció la pena por las emociones irrepetibles que vivimos aquellos días viendo nuestros escenarios cotidianos transformados en un gran plató.



Todo el barrio asistió al rodaje de las escenas con los tanques, cuando una banda de gaiteros, donde sólo había tres que de verdad sabían tocar el instrumento, abría la comitiva delante del coche donde iba el general. Los niños gritábamos como si aquel ejército de extras vinieran a liberarnos y los balcones y las ventanas del colegio Diocesano eran un graderío improvisado lleno de alumnos internos, la mayoría de pueblo, que entusiasmados asistían al rodaje viendo el movimiento de los carros de combate y asombrados por el vuelo de los cinco aviones y del helicóptero que cruzaron por el cielo de la Catedral, y por el movimiento de la cámara de grúa ‘Chapman’ que volaba como un pájaro por sus cabezas.  El hombre del carrillo de los helados, el que se ponía enfrente de los colegios con las cestas de mimbre cargadas de pipas, caramelos y regaliz, y hasta los limpiabotas del Paseo, acudieron a la cita presintiendo que había negocio.



Patton fue un gran espectáculo. Un día apareció en el periódico un anuncio que decía: “Necesitamos extras. Se abre una inscripción de hombres, mujeres y niños, incluso con aspecto extranjero”. Y al día siguiente media Almería se presentó en el cuartel general de la película que se había establecido en la Carrera de Montserrat. Allí se hizo al selección de los setecientos escogidos que formaron parte del elenco de figurantes.



Patton nos dejó la plaza de la Catedral maltrecha, pero gracias a la película nos arreglaron el antiguo camino que iba hasta Enix desde el Quemadero. Para el traslado del material bélico pesado a la sierra tuvieron que adecentar la carretera, ensancharon los puentes y los reforzaron, aunque unos meses después volvieron a caer en el abandono más absoluto.







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