La Jura de la Puerta Purchena

Fue en un tiempo en el que el patriotismo no era patrimonio de ninguna ideología

Aspecto que ofrecía la Puerta Purchena durante la ceremonia solemne de la Jura de la Bandera celebrada el domingo 11 de abril de 1920.
Aspecto que ofrecía la Puerta Purchena durante la ceremonia solemne de la Jura de la Bandera celebrada el domingo 11 de abril de 1920.
Manuel León
07:00 • 12 abr. 2020

Un domingo soleado del 11 de abril de 1920, la Puerta Purchena, nuestra Puerta del Sol almeriense, se engalanó como pocas veces había ocurrido desde que se derribaron las murallas medievales y se creó esa llanura magnífica de la ciudad en la que todo ocurría y ocurre.



 Han transcurrido justo ahora cien años de esta imagen coloreada, tomada quizá por un fotógrafo encaramado a un castillete portátil, desde el que planea con su cámara todos los ángulos del acontecimiento.



 Se ve un altar con un sacerdote encima, delante de la botica de la viuda de Quesada, cuando aún Langle no había diseñado la actual fachada neoclásica. A su lado, el edificio del mismo estilo de Enrique López Rull que sirvió de inspiración  a don Guillermo, con la pañería El Río de la Plata del fortunero Fulgencio Pérez. Al fondo, La Perla, cuando solo era una discreta fonda regentada por José Benítez.



Aparece a la izquierda de la imagen, la droguería Arco Iris,  de Julio y Andrés Fernández, adornada de guirnaldas y en la fachada la enseña Viva el Ejército confeccionada con flores. 



En la puerta de la confitería La Sevillana, la gente se arracima protegida con sombreros canotier los caballeros, gorras los muchachos y sombrillas las señoras, probablemente adquiridos en la sombrerería de Rosales Ulibarri en la calle Las Tiendas. 



En los balcones las familias que salen a contemplar el espectáculo también se protegen del sol, al igual que en las azoteas atestadas de público. La rejería se adorna con banderas nacionales y blancas y delante de la tienda de máquinas de coser Sínger se ve un kiosco de prensa con niños encaramados detrás, en las ventanas.



Hay sillas en primera fila para los gentiles y un seto vegetal que separa a la concurrencia de los actores del espectáculo. En el centro de la Plaza emerge como un champiñón espigado, una farola de bronce en la que también hay niños sentados, junto a colgaduras, adornos y pendones. Los soldados en formación lucen traje de gala y el lomo de la caballería luce para ese día tan especial, como si le hubieran sacado brillo con una gamuza.



Se trata del acto de la Jura de la Bandera, que por primera vez se hacía en ese espacio principal de la ciudad, en un tiempo en el que el patriotismo no era patrimonio de ninguna ideología política y no había ningún complejo en la exaltación del emblema del país. 

España era entonces una monarquía regida por Alfonso XIII y el sistema político se ceñía a un turno de partidos entre liberales y conservadores. En ese preciso tiempo en el que se ven todos esos almerienses civiles y militares asistir al acto dominical, el Gobierno de España estaba presidido por Manuel Allende-Salazar, que dejó paso unos meses más tarde al conservador Eduardo Dato, quien al poco fue asesinado en Barcelona, en plena efervescencia anarquista catalana.


Las juras de la bandera habían comenzado a hacerse en Almería en 1913, con la llegada al Cuartel de la Misericordia del Regimiento de Córdoba. Participaron 82 reclutas que desfilaron desde el acuartelamiento hasta el Andén de Costa, justo enfrente de la hoy Fuente de los Peces de Perceval. Unos años antes, en 1903, había existido en Almería, un Batallón Infantil que juraba bandera confeccionada por sus madres una vez al año en la Plaza del Ayuntamiento y tenía su sede en el café de Pedro Sáez en la calle de la Libertad. 


Se mantuvieron estos actos de exaltación en Almería, al igual que en el resto de España, hasta que fueron languideciendo con la llegada de la II República en 1931. En 1922, curiosamente, la Jura tuvo lugar en el mismo sitio que se observa en la fotografía, aunque en vez de llamarse Puerta Purchena, se llamó por un breve periodo Plaza de Ramón y Cajal. Y en 1926 volvió a celebrarse con menos grandiosidad en el Cuartel de la Misericordia.


El año en que se verificó el acto que se ve en la foto, el gobernador militar era el general Cavanna, quien invitó para la ocasión a su homólogo en Alicante, el célebre general Moltó, para presidir el acto en el que juraron bandera 400 reclutas. Era tal la emoción que sintió el tal Cavanna, que lo tuvieron que contener con discreción el resto de las autoridades, porque cada cinco minutos interrumpía la Misa de campaña para dar gritos de ¡Viva España! Y ¡Viva el rey Alfonso! con un altavoz en la mano.


Ofició la homilía el capellán del regimiento Ángel Mirón y frente al altar formaban alineados la escuadra de Gastadores, con la bandera a los pies y una imagen de la Purísima junto a gallardetes y escudos. La tropa en traje de gala estaba al mando del coronel José Valdivia, del Regimiento de la Corona, que luchaba en la Guerra de Africa.


En la tribuna de autoridades aparecían, bajo mazas, el alcalde Miguel Granados Ferre, el gobernador civil Sáenz Matamoros y el cronista de la ciudad, Jover y Tovar, entre otros, y debajo la banda de música dirigida por Quiroga que interpretó marchas militares y el Aida de Verdi.


Al iniciar el acto de la Jura, rindió armas la caballería montada, los soldados pusieron pie en tierra y la muchedumbre se arrodilló, inclinándose cuando la bandera fue alzada entre los vítores y los acordes de la marcha real. A continuación, fueron besando la bandera los reclutas uno a uno, excepto tres que la abrazaron y no la querían soltar.


Al acabar el acto, la tropa desfiló Paseo abajo y llegaron al Cuartel donde fueron agasajados con un rancho extraordinario a base de sopa de jamón, pescado, vino, naranjas y dulces variados. A los reclutas que abrazaron la bandera en vez de besarla, le dieron como recompensa 25 pesetas por barba.



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