Silencio oficial sobre los restos atómicos que viajaron de Madrid a Palomares

El subdelegado del Gobierno no quiere pronunciarse y tampoco el Consejo de Seguridad Nuclear

Técnicos del Ciemat visitando el perímetro vallado de Palomares en 2011.
Técnicos del Ciemat visitando el perímetro vallado de Palomares en 2011.
Manuel León
07:00 • 24 oct. 2018

Nadie quiere saber nada de Palomares. Es una patata caliente para cualquier administración, desde hace 52 años. Tras conocerse que además de los 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada en tres áreas de la pedanía cuevana, el Ciemat envió una tonelada más en sendos contenedores, el Gobierno no ha querido dar ninguna explicación. Ni el Ministerio de Transición Ecológica de Teresa Ribera, ni el de Ciencia e Innovación del astronauta Pedro Duque han dado una explicación al respecto. 



Tampoco el Consejo de Seguridad Nuclear, del que depende directamente la situación de la barriada cueva. Y tampoco quiso hacer ayer ningún comentario el subdelegado del Gobierno central en Almería Manuel de la Fuente. 



Desde hace varias semanas, el sustituto de Andrés García Lorca en el Palacio de Arapiles tiene en su cajón un dossier sobre las últimas gestiones realizadas sobre Palomares enviada por el Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora, pero no ha habido respuesta.



Quien sí dio la cara fue el alcalde cuevano, Antonio Fernández, quien indicó que “es incomprensible que lleguen más restos cuando lo que tienen que hacer es llevárselos, no traerlos”.



La alcaldesa pedánea, Maribel, Alarcón, indicó que el Ciemat les había garantizado que era material radiactivo, no residuos y que es lo que se suele hacer en estos casos. Ambos dirigentes locales viajarán mañana a Madrid para entrevistarse con directivos del Centro de Investigaciones, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y recibir información al respecto.



Precisamente, en el Ciemat acaba de desembarcar un nuevo director general, Carlos Alejaldre, que en una de sus primeras comparecencias públicas ha advertido que la principal limitación de este organismo es la falta de presupuesto.



El material radiactivo, como lo llaman en el Ciemat, que pesa una tonelada, llegó en contenedores a Palomares en 2016 y sigue depositado en la zona 2, donde cayó una de las bombas nucleares sin llegar a explotar pero sí liberando una carga de plutonio.



El investigador y simpatizante de Ecologista en Acción, José Herrera, indica que ha solicitado a los distintos partidos políticos que en las próximas elecciones andaluzas incluyan en sus programas electorales las medidas necesarias para resolver la limpieza radiológica y descontaminación de Palomares y que se comprometan a gestionar una ubicación provisional para los 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada, como pudiera ser el almacén nuclear de El Cabril, en Córdoba, a través de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa).


 Ecologistas en Acción, que mantiene un contencioso en la Audiencia Nacional  con el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) por la descontaminación de Palomares, incorporará  al caso  como hecho relevante,la llegada de esta tonelada de restos radiactivos sin notificación previa. Así lo comunicó ayer José Ignacio Domínguez, de Ecologistas en Acción. “Creemos que es un hecho lo suficientemente grave para que el juez lo tenga en cuenta a la hora de dictar sentencia”, argumenta Domínguez.


El pleito se basa en que el colectivo ecologista considera que el Consejo vulnera la Ley de Energía Nuclear al tener abandonado desde hace 52 años material radiactivo. Mientras Ecologistas considera que Palomares en un cementerio nuclear o zona contaminada, el CSN lo califica de Zona de exposición perdurable. Domínguez recuerda que “en Palomares hay tres zonas perimetradas con restos radiactivos y en una de esas zonas, en la 2, donde ahora han llevado los contenedores, junto al cementerio, hay dos fosas donde los americanos enterraron tierra contaminada en 1966.

Un pueblo en su laberinto

Un manto de silencio se cierne cada vez más sobre el caso Palomares. Pareciera como si a nadie le interesara hablar, explicar, argumentar, razonar, urdir una solución a un problema que se hace crónico; pareciera como si todo el mundo pensara: “vamos a dejarlo estar, para qué complicarnos la vida”. Medio siglo da para mucho: para épocas de silencio, de palabras, de manifestaciones, de peticiones, de exigencias. Pero lo cierto -lo desazonadoramente cierto- es que 52 años después, Palomares y su estigma nuclear sigue en el punto de partida, igual que cuando Fraga vino a bañarse y dijo: “Se acabó lo que se daba”.


Pero el problema sigue latente, por más que la provincia se tape los ojos, que se los tapa. No ha habido nunca una reivindicación generalizada por conseguir la descontaminación de Palomares. Empezando por la propia pedanía, donde en cada casa se da una casuística diferente: los que no quieren que se oiga hablar más del tema  y que se quede todo como está; los que sí quieren que se descontamine la zona, pero sin hacer mucho ruido por temor a perjuicios económicos; los que tienen miedo a un dilatado periodo de limpieza -tres años se dijo cuando se firmó el acuerdo de Margallo y Kerry- con la pedanía patas arriba y los turistas emigrando a otros destinos. Pero Palomares ya no es solo Palomares. Palomares es la comarca entera. De hecho, muchas de esas hectáreas de la zona 2, donde aterrizó una de las bombas que se rajó, pertenece a Vera. Y la zona 6, en Sierra Almagrera está al lado de Villaricos, no de Palomares. Todo el que quiera, en Palomares, tiene derecho a guardar silencio, el mismo que  tienen los que quieran reivindicar día tras días la rehabilitación de esas tierras contaminadas. Es de justicia.


Pero la limpieza de Palomares, a día de hoy, es una ratonera legal, un laberinto de legajos y encuentros bilaterales con la Casa blanca. Y Palomares es también un problema de dinero: 11 millones vale limpiar la pedanía del plutonio de aquellas bombas H siniestradas -según el acuerdo bilateral con EEUU- cuando el Ciemat se ha gastado 100 millones en rehabilitar sus instalaciones. Cuestión de clases.


 Pero los entresijos de Palomares -como los del crimen de los Urquijo- aún se mecen en el misterio de Iker Jiménez, porque, aunque cueste trabajo creerlo, aún siguen sujetos a confidencialidad por la  ley franquista de secretos oficiales.


Los últimos alcaldes de Cuevas -Andrés Fernández, Antonio Llaguno, Jesús Caicedo, Antonio Fernández-han dicho lo mismo sobre el caso Palomares: Por donde tires te estrellas”. Es un callejón sin salida, cuando parece fácil: 11 millones y traslado provisional a El Cabril. Pero no debe serlo. Palomares debe darse cuenta ya de que Palomares no les pertenece en exclusiva, de que su aprieto es el de todo el Levante almeriense.





Temas relacionados

para ti

en destaque