La Voz de Almeria

La Foodineta

Los primos que han revolucionado un barrio de Almería (y aún no lo saben)

Santacroce y Caldarozzi, con su socio Vitarelli, han confirmado la renovación de San Miguel con Buono y, ahora, Adora

Antonio Santacroce y Francesco Caldarozzi abrían, junto a su socio, Vincenzo Vitarelli, Adora.

Antonio Santacroce y Francesco Caldarozzi abrían, junto a su socio, Vincenzo Vitarelli, Adora.

Álvaro Hernández
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El pasado miércoles, 18 de junio, Manuel Jabois terminaba de escribir su crónica tras el famélico empate del Real Madrid en el Mundial de Clubes; Irán e Israel se daban estopa verbal y balística; Cádiz ardía en una nueva huelga del metal y un valenciano ganaba Supervivientes 2025. Y mientras tanto, en un rincón insignificante de Almería, unos primos ponían la guinda a un giro de guion histórico.

Ese día, los primos Antonio Santacroce y Francesco Caldarozzi abrían, junto a su socio, Vincenzo Vitarelli , un restaurante a orillas del mar. Este podría ser un artículo promocional más, pero su mejor anuncio es su trayectoria hostelera y el olor. Es, simplemente, el análisis de cómo unos chavales vinieron de Italia para cambiar, sin saberlo, el devenir de un barrio.

En la inauguración de Adora, una pequeña embajada gastronómica de la costa Adriática, los que ejercíamos de viejos del lugar recordábamos que no hace tanto tiempo aquella zona era de todo menos idílica. Podemos romantizar el pasado y ser unos nostálgicos del sepia, pero San Miguel y alrededores no era la zona turística que puede parecer hoy.

Quienes recuerdan las obras de los años 80 para construir el Paseo Marítimo guardan mal sabor de boca del polvo y la arena que aquello levantaba en la zona. En la bisagra con la década de los 90 perduran los fantasmas que quedaron atrapados por la droga entre la calle San Miguel y la plaza de Villa Pepita, que aún hoy lucha por salir del estigma yonki.

A la zona le daba empaque la intelectualidad de los Naveros, padre e hijo a los que convendría ponerles una estatua cerca del mar. ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí y qué demonios tienen que ver tres italianos? El cambio.

San Miguel no es lo que fue, gracias a Dios y al esfuerzo de muchos vecinos. La apertura de Adora es solo la guinda del pastel, el culmen de un cambio que se ha cocinado a fuego lento durante las últimas tres décadas. Hace apenas 15 años nadie soñaba en el barrio con la apertura de un exclusivo restaurante que, pudiendo abrir en cualquier parte, elegía quedarse en nuestras calles.

A Almería lo trajo Santacroce una beca Erasmus. Y, poco después, el hizo lo propio con su primo Francesco. Son el ying y el yang en muchas cosas, lo que les convierte en socios perfectos. Un excelente relaciones públicas y un auténtico espartano de la cocina; un personaje capaz de diseñar los planes más locos y un empresario milimétrico. La noche y el día convertidos en sociedad. Cada uno sabe quién es quién. Y, como tercera pata, Vitarelli, un mago de las masas que no necesita ni abrir la boca para que todos sepamos que es italiano. Cien por cien italiano.

Hasta hace no mucho tiempo, en Almería sabíamos de comida italiana lo que nos ofrecía la carta de alguna franquicia tras llegar refrigerado o congelado en un camión frigorífico. Eso y cocer bolsas rojas de Pastas Gallo. Con alguna excepción, claro está.

En 2017 llegó Buono para hacer dos cosas. O tres. Primero, afianzar lo que ya iba conociendo nuestro paladar de la comida italiana; segundo, darnos a conocer lo nuestro: la fusión de recetas italianas con productos de aquí ha sido innovadora, por sencillo que parezca; y tercero, revolucionar el barrio de San Miguel.

Algunos dirán que ahí, en el Paseo Marítimo, es algo sencillo. Pero nadie lo había hecho antes. O al menos no así. Mientras los restaurantes 'top' buscan calles del centro, La Vega de Acá o vistas al mar alrededor de La Térmica, Santacroce, Caldarozzi y Vitarelli, la MSN de la comida italiana, apostaron por San Miguel y ahora abren su joya de la corona en el mismo rincón.

El barrio ha cambiado y ahora tenemos un restaurante exclusivo. La carta es corta, los productos, soñados; la decoración única y 'made in' Níjar y su alfarería; y las vistas venían puestas de serie. Adora es candidata a todo y más pronto que tarde aparecerá en alguna de esas guías prestigiosas que recomiendan rincones con encanto.

Mientras tanto, los primos italianos han hecho del lugar una casa y de su entorno una familia de lo más singular. Los mismos almerienses que nos conformábamos con pizzas congeladas y pinchos morunos de la Feria ahora no sabemos estar sin la mortadela de la Buono, disfrutamos del tiramisú que hace en su laboratorio el pastelero Valerio Gatto y no tenemos ni idea de cómo hemos podido sobrevivir sin los arrosticini. Lo más italiano que conocíamos era Mario y Luigi y ahora aspiramos a chapurrear su idioma con Giulia y María. Admiramos el incansable trabajo del equipo italo-argento-brasileño compuesto por más de 20 personas que son ya parientes y unos zapilleros más.

En la inauguración hubo mandolina, se cantó 'La Bamba', se probó una excelsa crema chantilly y se vivió una explosión de sabores con la ralladura de limón del risotto de mejillones y se disfrutó de una prometedora primera noche. Todo, en San Miguel, ese barrio que han logrado cambiar muchos y cuya historia tiene un renglón de oro gracias a unos primos italianos (aunque ellos aún no lo saben).

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