Se trata una fortaleza construida a mediado del siglo XVI para defender de los ataques piratas el único pozo de agua dulce que manaba de forma perenne en el Cabo de Gata y que, actualmente, cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía. Y, por desgracia, se trata de una edificación que está, simple y sencillamente, en ruinas y cuya rehabilitación y posible uso turístico y comercial se plantea como el principio de la solución al problema de degradación que padece -ante la impasibilidad durante años de unos y de otros- toda la cala de San Pedro.

Durante la primera reunión del grupo de trabajo para la recuperación integral del paraje de San Pedro auspiciada por la Junta Rectora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, fueron varias las voces que plantearon que iniciar la rehabilitación del Castillo sería la solución, ya que el trajín de unas obras podría ser suficientemente disuasorio para las personas que viven habitualmente en el paraje.

Mientras que el presidente de la Junta Rectora, José Antonio Martínez Soler, planteaba que instalar una actividad comercial como un restaurante en el castillo podría ser la solución, Eulalia Moreno, directora de la Estación Experimental de Zonas Áridas del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sugirió establecer una escuela taller que permita recuperar el edificio (al igual que ocurre con otros BIC) generar empleo y, además, no suponga gasto, ya que se podría subvencionar con fondos europeos.

Lo cierto es que la propuesta de Moreno quedó solo como una opción más a estudiar, y que desde la Junta de Andalucía, se desconfía de que la restauración del Castillo pueda acabar por sí sola con el problema de San Pedro, según cuestionó, la delegada de Medio Ambiente, Sonia Rodríguez. Por su parte, el propietario de la finca en la que se asienta el castillo, Daniel Navarro, recordó que recuperar completamente la fortificación puede costar dos millones de euros. Mucho dinero para los tiempos que corren. ¿O no?