El día que "murió" Rivera
El Elche dinamitó las ilusiones del malagueño de entrenar al primer equipo

Miguel Rivera quería crecer en el Almería pero su equipo echó un borrón.
La derrota del Almería frente al Elche, encajando tres goles en el Mediterráneo, acabó con la opción Rivera. Llegaba al partido valiente y a pecho descubierto el entrenador malagueño, crecido tras empatar en Girona a un gol.
Aquel partido era su reválida como candidato al primer equipo y pese a besar una y mil veces a su Virgen de la Victoria, no pudo hacer realidad el sueño del triunfo y convencer con ella a Alfonso García.
El presidente le colocó como técnico de transición con opción a seguir y la plantilla parecía estar con el preparador del filial hasta que los errores en defensa regalaban la victoria al club ilicitano en un partido que dejaba muy tocado al presidente del Almería.
Los errores en defensa fueron de bulto y recibir tres goles en casa cuando la afluencia de aficionados superaba los 7.000 era dar la puntilla a la grada. Con estos ingredientes no quedaba otra que buscar entrenador.
En la sala de prensa Rivera fue el caballero que es y daba la cara por sus muchachos, sabiendo que su etapa había terminado en el Almería grande y estaba próxima a su fin en el filial.
Esta vez no tuvo que dar el tiro de gracia el presidente ni nada por el estilo, ya que el entrenador recambio no superaba la prueba del algodón y moría víctima de los resultados.
El Elche, sin pretenderlo, se cargaba las ilusiones de un entrenador currante que tenía un sueño de plata y sus muchachos no dieron la talla aquel día de infausto recuerdo para el malagueño.
Nadie sabe si aquel balón que Casto tuvo en las manos y se lo arrebató un rival fue el detonante de la debacle. Luego la historia fue peor en el equipo B, como si las ilusiones de Rivera se hubiesen quedado en aquel Almería 2 Elche 3.
El fútbol es una flor. Rivera no la tuvo ese día cuando su carrera pudo dar un salto decisivo. Pasados los 50 sigue siendo un currante de los banquillos ganando cada euro con el sudor de su frente.
Como en la noche en que Murió Chicago, que decía la canción, a Miguel Rivera se lo llevó por delante un Elche sin piedad que se limitaba a aprovechar la fragilidad defensiva de un Almería de verbena.
Miguel Rivera no se merecía ese partido. Miguel Rivera no se merecía ese final.
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