Pepe Ramírez, Coyote, regresó al banquillo para dirigir a sus niños
Como en los viejos tiempos jugadores y entrenador cumplieron con el ritual

Jorge Túnez saluda al que ha sido entrenador de su vida.
Eran otros tiempos pero las comidas de equipo eran para Pepe Ramírez, Coyote, parte de las enseñanzas. Primero aprender las artes del fútbol y luego la convivencia por la que siempre apostó. Ha sido un entrenador modelo para sus niños del ayer que volvían a vestirse de corto y a mirar a la banda en demanda de soluciones tácticas. En el Complejo Tito Pedro se dieron cita ilustres veteranos que crecieron con el homenajeado y otros que llegaron desde Vícar para compartir su fiesta. Pasados unos minutos de emoción contenida con el saludo entre entrenador y futbolistas: cada uno a su puesto y todos a vencer.
Ha pasado una vida
Pepe y sus muchachos se volvían a encontrar una vida después. Unos lo han tenido más próximo y otros desde la distancia, pero todos le recordaban como aquel primer día que fueron a entrenar. Para Coyote el fútbol era algo más y así lo enseñaba a sus muchachos. Unos con más pelo que otros pero cargados de años y de experiencia después de toda una vida plenamente integrados en la sociedad almeriense. Aquel fútbol que aprendieron les unió para siempre a la llamada de un Mister que es modelo.
La lista sería interminable pero si les sirve de referencia vamos a recordar a los: Laureano, Juan Diego, Vicente, Nacho, Ramón, Nene, Pedro Guirado, Enrique y Ángel Pasamontes, Varón, Juandi, Joaquín Conde, Nicolás, Bonilla, Yubri, Carmelo, Nicolás Soler... y así hasta perderse en un viaje por el tiempo. Ellos saben bien lo que querían y se lo dieron a su entrenador con creces en el Tito Pedro.
Era el más feliz
Pepe Ramírez es un tipo sencillo y humilde pero: netamente ganador. No iba al banquillo para salir derrotado y de ello se dieron cuenta sus jugadores. Todos recibieron un mensaje similar que iban plasmando en el campo y en sus vidas.
Todos los valores del deporte se encuentran en este entrenador de raza que volvía a levantar la voz en la banda y pedía un plus a sus muchachos. Nadie quiso fallar un pase y se aplicaron en el juego para hacerlo feliz. Primero en el césped que no conocieron en su juventud y luego delante de una paella que ya en los buenos tiempos de Coyote era la medicina para la derrota y el elixir del triunfo.
Andrés Montoya, El Pilindro, nutrió la mesa de los ilustres del Hispania con lo mejor de su casa y brindaron puestos en pie delante del homenajeado porque todos necesitaban volver y compartir. Nadie se ha olvidado de su entrenador que sigue como ellos marcando goles a la vida ahora que el fútbol se terminó.