El Barcelona recuperó la alegría, el liderato, la sensación de jerarquía, la confianza y los goles gracias a un nuevo despliegue de orden y capacidad física que fue culminado por un recital de Xavi y Messi en la fase decisiva del juego que culminó en un 6-0 al Granada.

La capacidad industrial del Barcelona de Luis Enrique es innegable. El asturiano ha construido un equipo con más contrafuertes que una catedral gótica: impenetrable en defensa, con un portero fiable, un centro del campo kilométrico y con una obsesión innegable por recuperar la pelota en cuanto la pierde. Bajo esas premisas fundamentó su triunfo ante el Granada de Caparrós en una primera parte tan productiva como tediosa. Liquidó el partido el Barça en la primera mitad con un 3-0 fabricado en base a un error del rival, una genialidad de Messi y un rechace del portero. En la segunda, fue otra cosa. En la segunda apareció Xavi. Apareció la alegría.