Las nuevas tecnologías son una maravilla pero en esta tierra somos más de ir al Spar de Pepe antes que hacer un pedido de lentejas y tomates por internet. Vamos avanzando pero eso de ir al Estado y volver a oler a fútbol no hay quien no los quite.

Para que nadie se moleste, en mis tiempos de socio del Almería, cuando llegaba junio era un placer ir a la sede del club para pagar con billetes y llevarme la cartulina con todos los partidos de la temporada.

En aquel tiempo había que darle al bolígrafo y no a una tecla del ordenador como ahora. Pero somos tan románticos en esta tierra que esperamos al 4 de julio para ir a la sede y ver la cara a esos rojiblancos que despachan abonos con una sonrisa.

Unos con billetes y otros con tarjeta. Unos van solo y otros mandan a la mujer. Unos quieren uno y otros llevan tres o cuatro para dejar a la familia abonada.

Somos de vernos las caras. Compramos donde nos conocen. Compramos el abono donde toda la vida y aprovechamos para mirar de reojo al despacho de la secretaría técnica por si sale de ella algún nuevo jugador.

A mí me gusta el abono de toda la vida. No me importa esperar y luego salir con el preciado trofeo.

Ya no soy abonado pero me encantaría serlo. Desde que empecé en la profesión entendí que no era correcto. Son cosas mías. Espero que lo entiendan.