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Tres puntazos para el Nástic

Fiesta del Nástic.

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Si Maikel Mesa no existiera, habría que inventarlo. Sus actuaciones con el Nàstic suelen ir acompañadas de sonrisas. Factura. Y eso es una de las virtudes que el fútbol siempre valora. El gol habla por sí solo. Los siete goles que lleva, también. Es un futbolista con una capacidad tremenda para ver puerta. Ayer, volvió a hacerlo. Solo necesitó cuatro minutos para ello. Recibió un balón en la frontal y no necesitó pensar. Tiró de instinto. Disparo raso y tenso que se coló por el palo corto de Alberto García. Sublime.


El tempranero gol infló de confianza a los futbolistas granas. Tanto, que sus primeros 10 minutos en Vallecas fueron excelentes. De lo mejor de la temporada. Un equipo valiente que siempre buscaba la portería contraria. Con un Tete Morente, por cierto, que recibía y encaraba con un descaro brillante. Así se derrumba la puerta de la titularidad. Los minutos no se piden tirando de oratoria. Se reclaman en el terreno de juego. El gaditano sabe de lo que hablo.


Tras el primer cuarto de hora, el Rayo inclinó el terreno de juego. Con más corazón que fútbol. Le servía de todas formas para atrincherar al Nàstic. Demasiado pronto para ello. Se ha demostrado que los granas no son un equipo que sepan sobrevivir en la agonía. A la pruebas me remito. Echen la vista atrás y vislumbren el encuentro frente a la Cultural Leonesa.


Embarba corroboró lo escrito. Tampoco necesitó de grandes alardes para ello. Se puso celosón. Agarró un balón suelto en la frontal y colocó el balón en el palo largo de Dimi. El macedonio pudo hacer algo más, pero el estado del césped le jugó una mala pasada. El extremo del Rayo es otro futbolista que se está comiendo la categoría a bocados. Ni los degusta. Siempre quiere más.


A punto estuvo de volver a hincar el cuchillo con una acción calcada a la del gol del empate. Esta vez, por fortuna, Dimi sí estuvo seguro. Desvió un tiro destinado al delirio. Bendita mano del macedonio. Y más ante lo que estaba por venir.


Porque lo que vino fue otra reivindicación de un futbolista defenestrado en la primera parte de la temporada. Juan Muñiz se desbocó por la derecha y colocó un centro medido al punto de penalti. El francotirador paciente apareció. Planchazo de Barreiro y al zurrón. El Nàstic volvía a `ponerse por delante en un intercambio de golpes sangriento.


No tardó el Rayo en volver a tener el empate. Esta vez, Muñiz fue el villano de la película. El exceso de ímpetu le condenó. Arrolló a un futbolista del Rayo en las profundidades del área. Penalti claro. Nada que objetar. De Tomás tuvo el empate en sus botas, pero lanzó la pena máxima fuera.


Justo antes del descanso, Barreiro tuvo el uno a tres, pero su vaselina no encontró puerta ante la media salida de Alberto García. El intercambio de golpes se interrumpía. Al menos hasta el momento, porque la segunda parte auguraba sangre a borbotones en ambas áreas.


La segunda parte tuvo dueño y señor. El Rayo. Al Nàstic la necesidad de ganar le apretaba. El instinto de supervivencia provocó que los granas se volvieran a atrincherar en exceso. 4-4-2 con un bloque excesivamente bajo. No se atisbaban opciones de contrataque alguna.


Tuvo el Rayo dos claras ocasiones para empatar el encuentro. La fortuna se alió con las granas. A estas horas, servidor no sabe explicarles porque el balón no terminó en el fondo de la red de la meta de Dimi en ninguna de las dos claras aproximaciones. De por medio anduvo el larguero para ello. Bendita la hora en la que puso de parte del Nàstic.


El Rayo empató al final con un penalti inexistente. Fue temporal. Barreiro facturó con un cabezazo imperial. Tres puntos al zurrón. El Nàstic coge aire.


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