El Almería tenía que ganar, y ganó. Eso es lo más importante de todo lo que sucedió en la matinal del domingo en el Estadio Mediterráneo, sobre todo porque no fue un triunfo sencillo y porque era absolutamente necesario.
La sucesión de fracasos de la escuadra almeriense como visitante, que tiene muchos visos de continuar porque no se buscan soluciones desde el banquillo, obliga a los jugadores a jugársela a tumba abierta en los duelos de casa, con la tensión negativa que eso genera.

Pese a todo los de Soriano están sabiendo sacar lo mejor de sí mismos cuando reciben el saludable baño de las aguas del Mediterráneo y de esta forma han cerrado 2016 en su feudo con un nuevo triunfo, el cuarto consecutivo que consiguen.
Con alternativas en la posesión, en el dominio y en juego, el partido, tal y como se esperaba, fue muy igualado. Tuvo que surgir un maravilloso zurdazo de Antonio Puertas para poner freno a la igualdad en el electrónico que no en el juego que se mantuvo hasta el final.

En el albor del segundo periodo Fidel hizo el segundo, luego Quique tuvo la sentencia que salvó el palo. 
Como suele ocurrir en el fútbol cuando perdonas una muy clara, sueles pagarlo. Y Así sucedió. Poco después del palo de Quique el Mallorca aprovechó su único lanzamiento de esquina de este periodo para hacer su gol y llevar el temor a la grada.
Un error consecuencia de una concatenación de errores del sistema defensivo local porque los cuatro zagueros en zona dejaron un hueco entre Trujillo y Morcillo por el que entró Lekic tras superar a Diamanka y porque Miguel Ángel Corona, en el primer palo, no salió a tiempo para cubrir el vacío.