La Voz de Almeria

Tal como éramos

Cuando los flacos eran mayoría

A los futbolistas de la posguerra era casi imposible adivinarle un músculo que sobraliera en las piernas

Equipo de la Ferroviaria en el campo de San Miguel en 1944. Como se puede ver a ninguno le sobraba un gramo de peso.

Equipo de la Ferroviaria en el campo de San Miguel en 1944. Como se puede ver a ninguno le sobraba un gramo de peso.Eduardo de Vicente

Eduardo de Vicente
Publicado por

Creado:

Actualizado:

Aquellos futbolistas que batallaban en los primitivos campos llenos de agujeros y de piedras, de hierba vieja y de barro, no sabían, salvo alguna rara excepción, lo que era un cuádriceps ni unos abductores ni una sobrecarga. Los músculos, en aquel tiempo marcado por el hambre, eran un elitismo de los actores americanos que salían en las películas derrochando fuerza: de Tarzán, de los gladiadores de las aventuras de romanos y de los trapecistas del circo.

Los futbolistas de los equipos de Almería, los más humildes del mundo entonces, bastante tenían con sobrevivir a la escasez de la época y de aguantar un partido con una onza de chocolate con un trozo de pan en el cuerpo. En las fotos de grupo que se hacían antes de los partidos no aparecía un músculo ni por casualidad. Eran cuerpos flacos, rehenes de un tiempo donde eran pocos los que tenían asegurada la comida diaria.

Entonces se jugaba para sobrevivir. El fútbol era un camino de evasión que te atrapaba, a veces con tanta fuerza que los jugadores no dudaban en engañar a sus padres cuando iban a jugar un partido. Era un fútbol de fuerza mental y de cuerpos enclenques, un fútbol rudimentario donde el honor tenía más valor que los puntos. Porque el fútbol de posguerra no solo era cuestión de puntos, también se competía por el honor individual y colectivo, por lo que cada partido oficial y en cada desafío de los que se improvisaban en los barrios, el componente épico estaba latente en cada detalle del juego.

Épica era la estampa de aquellos jugadores que se colocaban un pañuelo en la cabeza como si fueran supervivientes de una guerra; épica era la supervivencia en aquellos campos de tierra y mala hierba donde los aficionados estaban tan pegados a la cal que si estiraban la pierna podían derribar de una zancadilla al extremo. Épicos eran los viajes de los equipos en autobús, cuando para ir a Macael o a Adra había que echar medio día de camino, cuando las carreteras eran tan tortuosas que los jugadores llegaban a los campos contrarios agotados antes de que el balón echara a rodar.

Los clubes que salieron a escena en aquellos años también tuvieron que sufrir su épica particular para sobrevivir. Sólo contaban con los recursos que ellos mismos iban generando con la venta de entradas, que eran mínimos, y tenían que recurrir a la venta de papeletas y a los sorteos de la tómbola para seguir compitiendo. Un ejemplo de la dureza del fútbol lo tenemos en la U.D. Almería, que en los años cuarenta llegó a ser el club representativo de la ciudad, militando en Tercera División. Para poder competir en la Liga en la temporada 1947-1948, el club tuvo que organizar un sorteo en la Feria por mediación de la tómbola de la Plaza Circular. La papeleta costaba dos pesetas y el premio mayor era una “magnífica pareja de mulas” y el segundo premio “un dormitorio de matrimonio”, que en aquel tiempo era un lujo para la gente humilde.

Un componente épico tenían también las crónicas que aparecían en los periódicos. En aquel tiempo la única forma de enterarse de lo que había sido el partido del Almería cuando jugaba fuera era el comentario que aparecía uno o dos días después en las páginas del diario Yugo. Las crónicas relataban con un lenguaje solemne todo lo que había ocurrido sobre el terreno de juego y casi siempre venían adornadas con una pincelada de parcialidad, barriendo para el equipo de sus colores.

Un ejemplo de esta forma de contar los partidos se resume en la crónica del partido amistoso que el Almería disputó con el Sevilla en el estadio de la Falange en la Feria de 1947. El periodista resumía la victoria local diciendo que: “los almerienses practicaron un juego entusiasta y codicioso”, y definía al rival como “un conjunto con solera y rancia escuela”, empleando expresiones y palabras que hoy nos suenan como si vinieran de la Edad Media.

tracking