La Voz de Almeria

Tal como éramos

Todo estaba permitido en la Rambla

El umbral del peligro estaba tan alto que se montaban teatros y negocios en el mismo cauce de la Rambla

La riada de abril de 1970 se llevó por delante el humilde teatro Las Vegas que estaba instalado en el badén de la Rambla frente al Barrio Alto.

La riada de abril de 1970 se llevó por delante el humilde teatro Las Vegas que estaba instalado en el badén de la Rambla frente al Barrio Alto.La Voz

Eduardo de Vicente
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Recuerdo el cauce de la Rambla lleno de muebles viejos que se iban depositando allí como si fuera el vertedero natural de la ciudad. Recuerdo aquellos puestos de venta de garbanzos tostados y de pasteles en el badén frente al Barrio Alto, que eran la ilusión de los niños cuando íbamos al cine Monumental. Recuerdo aquella Rambla como un escenario indomable donde todo estaba permitido, con sus mirones debajo del puente para ver las piernas de las niñas que iban al instituto, sus pistas polideportivas que el barro y las piedras invadían varias veces al año, cada vez que caía un aguadero, y sus pandillas de chiquillos trepando por los árboles para coger las hojas de mora que alimentaban a los gusanos de seda que criábamos en cajas de zapatos.

Recuerdo el mal olor de la desembocadura frente a la playa, el aparcamiento improvisado de coches en medio del cauce, la autoescuela que enseñaba a los conductores, siempre expuesta a que la borrara del mapa una tormenta y recuerdo aquel modesto teatro que con una carpa de circo montó frente a la calle Murcia una humilde compañía de comediantes y titiriteros en abril de 1970, ajenos a la desgracia que les iba a caer encima.

Como el umbral del peligro estaba tan alto entonces, las autoridades permitían que se montaran todo tipo de negocios en medio del cauce, sin valorar los riesgos de aquella Rambla indómita. Como en aquellos años las previsiones del tiempo se hacían por horas y había que llamar por teléfono al aeropuerto para que te dijera si iba a llover dentro de un rato, nadie pudo prever el aguacero que aquel 2 de abril de 1970 descargó con violencia cogiendo a todo el mundo desprevenido.

Llovió sin tregua, calando la tierra, encharcando las calles, haciendo intransitable la ciudad. Sobre la una de la tarde empezó a hacerse de noche y la tormenta adquirió una intensidad inesperada. La cortina de agua era tan densa que desde la entrada a Almería por el Cañarete no se veían las murallas de La Alcazaba ni el cerro, como si una mano divina las hubiera quitado de en medio.

La mayoría de los colegios no abrieron sus puertas a las tres de la tarde y las calles enmudecieron de miedo. No había otro sonido que el del agua que salía a chorros por las canales y las sirenas de los coches de los bomberos, que iban y venían de los arrabales. Recuerdo como mi madre preparó media docena de velas, encendió varias mariposas junto a San Martín de Porres y le pidió a Santa Barbará que se llevara las nubes. Sobre las cinco de la tarde, Julio Rodríguez, el hombre que nos traía los embutidos de Lorca, nos dio las primeras informaciones de la catástrofe. Nos dijo que habían salido las ramblas, que habían arrastrado coches al mar en Pescadería y que la Rambla de Belén se había llevado un circo por delante. Después supimos que no era un circo, sino el Teatro Las Vegas, que acababa de llegar a Almería en su gira de estreno. La gran carpa la habían instalado en plena rambla, junto al badén que unía la calle de Murcia con la iglesia de San José y el Barrio Alto. 

La tromba sorprendió a la compañía realizando los ensayos. Fue un golpe inesperado, primero escucharon un ruido profundo y unos segundos después el agua ya se había llevado por delante las sillas, el vestuario, los amplificadores, los instrumentos de música y hasta a algunos artistas que no pudieron con la fuerza de la corriente. Los bomberos tuvieron que rescatarlos utilizando cables. Los vestidos de Carmen Morell, la cantante y primera voz del espectáculo, aparecieron a la mañana siguiente entre el fango, cerca de la playa de las Almadrabillas. El teatro, propiedad de la empresa Gómez Cabeza, no estaba asegurado y en él trabajaban cuarenta y cinco familias. Las pérdidas se valoraron en más de dos millones de pesetas y para compensarlas, el ayuntamiento y las empresas gestoras del Teatro Apolo y del Cervantes, prestaron sus instalaciones para organizar dos funciones benéficas cuyos ingresos fueron para los damnificados del Teatro Variedades Las Vegas.

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