Un policía fuera de servicio salva la vida a un compañero mientras jugaba un partido de fútbol
Diez largos minutos de masaje cardiopulmonar hicieron lo imposible

Salvador Parra y David García vuelven al campo de fútbol donde ocurrió el suceso.
Salió a calentar, se quitó la ropa de entrenamiento, escuchó el silbato inicial y ocupó su posición de central junto a su compañero Mario. Apenas habían pasado veinte minutos de partido cuando el banquillo del A.V. Hispania —que disputaba un encuentro de veteranos frente al C.D. La Pachanga— ordenó un doble cambio en la zaga. Ambos defensas se dirigieron hacia la línea de cal, sin saber que en ese instante, minuto 22, iba a empezar otro partido completamente distinto. Uno que David García, 49 años, no recuerda. Un duelo de diez minutos contra la muerte.
“En el hospital me dijeron que sufrí una muerte súbita”, cuenta con una serenidad y un sentido del humor que sorprende y un DAI recién instalado en su corazón. Habla mientras mira de frente a quien, en un momento de máxima tensión, supo reaccionar con frialdad y decisión para salvarle la vida: Salvador Parra, compañero de equipo y Policía Nacional de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) destinado en la Comisaría Provincial de Almería, un zapillero muchos partidos de fútbol como lateral izquierdo y delantero en sus piernas.
"Me dijeron que sufrí una muerte súbita"
Ha pasado casi un mes desde aquel suceso. Ahora, ambos jugadores vuelven a encontrarse en el mismo terreno de juego donde todo ocurrió, como si el césped del campo de fútbol de la UAL aún guardara la memoria de esos minutos del pasado 15 de noviembre que separan la tragedia del alivio.
Desplomado en el banquillo
El acta arbitral recoge que David, recién efectuado el cambio, “cayó desplomado”. En ese instante se generó una tensa confusión entre la treintena de personas presentes en las instalaciones deportivas universitarias. Situado en el borde del área, cumpliendo su labor de ariete, un jugador salió a toda carrera hacia el banquillo de su equipo. La rápida reacción de este policía fuera de servicio resultó decisiva para evitar una tragedia.
Al llegar hasta donde David yacía inconsciente, herido en una mejilla producto del impacto contra el suelo, Salvador inició una primera exploración. “Pregunté si había comido algo, para descartar posibles obstáculos en las vías respiratorias para liberarlas, y le comprobé el pulso, todavía palpable”. Pero ese hilo vital se iba desvaneciendo por segundos, convirtiendo los momentos en diez angustiosos minutos.
"Cuando volví a realizar la maniobra, no encontraba pulso, ni respiración"
“Volví a realizar la maniobra de ver, oír y sentir, y no encontraba ni pulso ni respiración”, recuerda Salvador. Mientras tanto, una ambulancia del 061 se desplazaba hacia la UAL y, por teléfono, otro compañero transmitía a los sanitarios todas las maniobras realizadas por el policía y la falta de respuesta de David.
Masaje cardiovascular y efecto túnel
En ese instante, el agente de la URP colocó a su compañero boca arriba y comenzó la reanimación cardiopulmonar. “Pedí que se tomara el tiempo y empecé”. Tras 30 compresiones torácicas y dos insuflaciones, Salvador consiguió reanimar a David, convirtiéndose en su salvador. “No reaccionaba, estaba prácticamente muerto”, recuerda.
Diez minutos de incansable maniobra para que David le ganase el partido a la muerte
Esos diez minutos de incansable maniobra y concentración extrema valieron para que David le ganase el partido a la muerte. Salvador explica que, en momentos de máxima tensión como aquel, entró en lo que especialistas, policías y militares llaman el ‘efecto túnel’, un estado de concentración y fijación superlativa producto de la tensión del momento.
“Solo podía ver y oír a David y a su hija; todo lo demás dejaba de existir”, recuerda con calma, como si aquel instante, que para otros fue un caos, hubiera quedado congelado en su mente.
Una hija que sufrió desde la grada
Aunque David, ya fuera de peligro, no recuerda nada del desagradable suceso que lo llevó a la Unidad de Cuidados Intensivos aquel sábado por la tarde, sí cuenta con una testigo directa de esos momentos: su hija Ariadna. Ella resume aquella experiencia con un escueto, pero revelador, “Fatal”.
“Estaba viendo el partido y, de repente, oigo que alguien dice que alguien se ha desplomado. En ese momento me puse a buscar a mi padre por el campo… y no lo veía por ninguna parte. Solo escucha ¡No tiene pulso, ¡no tiene pulso!”, relata con la voz quebrada, como si aún pudiera revivir aquel instante de incertidumbre.
"No veía a mi padre en ningún lugar y solo escuchaba "¡No tiene pulso, no tiene pulso!""
Ariadna recuerda que, aunque trató de acercarse para ver a su padre, no la dejaban. La confusión y la urgencia de los momentos hicieron que tuviera que esperar. Solo cuando David ya estaba estabilizado pudo subir con él en la ambulancia rumbo al hospital, acompañándolo en ese trayecto que, para ella, fue igual de angustioso que los diez minutos que marcaron la vida de su padre.
La tensión post adrenalina
Una vez pasada la adrenalina del momento y ya en la calma de su hogar, Salvador recibió un baño de realidad sobre la magnitud de la intervención milagrosa que acababa de realizar. Sin embargo, no estaba del todo tranquilo. Entró de servicio, pidió permiso para ir al hospital y se reunió con la familia de David.
“Necesitaba respuestas. Quedaba la intriga de si todo había salido bien, si, a pesar de la intervención, no habría habido ningún daño cerebral por la falta de oxígeno durante esos diez minutos”, recuerda Salvador, con la seriedad de quien sabe que incluso un héroe necesita certezas.
"Tenía la tensión de saber si se había producido algún daño cerebral por la falta de oxigeno"
David asegura que, hasta aquel fatídico día, nunca se había sentido mal de salud y que simplemente hacía lo de siempre: ir a trabajar y jugar al fútbol los sábados. “Recogí a mi hija como cualquier otro sábado y nos vinimos al campo”, recuerda con naturalidad. Tras el susto, los médicos le han colocado un DAI (Desfibrilador Automático Implantable) y le han recomendado llevar una vida deportiva moderada. “Ahora me dedicaré al futgolf”, bromea este madrileño, con partidos a sus espaldas en el Atlético Valdemoro, Murcia y Almería.
"Ahora me dedicará al futgolf"
Desde que le dieron el alta, el 25 de noviembre, muchas preguntas rondan su cabeza. “¿Y si llego a sufrir esto estando solo o conduciendo?”, se pregunta todavía con cautela. Sin embargo, David se siente afortunado: en una situación que produjo el shock o la parálisis de 30 personas, hubo una que supo reaccionar y actuar con decisión.
Rencuentro en el césped
David y Salvador habían hablado por WhatsApp desde aquel día, pero no se habían visto cara a cara hasta hoy. Esta mañana, 10 de diciembre, en el mismo terreno de juego donde todo ocurrió, se reencontraron. Se abrazaron con fuerza, un gesto breve pero cargado de emoción que parecía contener todo lo vivido. Luego, caminaron juntos por el césped, mientras Salvador le relataba, con calma y detalle, los detalles del suceso: cómo lo encontró, la tensión de los diez minutos de maniobra, el momento exacto en que recuperó su pulso.
Salvador confiesa sentir un cosquilleo al recordar la situación y un orgullo silencioso por haber actuado a tiempo; David, por su parte, contiene las emociones para sí mismo, pero en sus palabras queda claro su reconocimiento: en su equipo no sólo hay un delantero, sino también un salvador, el hombre que le hizo ganar el peor partido de su vida