La Voz de Almeria

Política

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Tomémoslo como una feliz coincidencia. Nada mejor que el día de la Fiesta Nacional para reflexionar brevemente sobre el abuso y la deriva que hemos acabado otorgando al sentimiento de "lo nacional" en una nación que, no hace mucho, fue definida por algún mameluco como "nación de naciones". Las recientes declaraciones de destacados políticos catalanes refiriéndose de modo despectivo y hasta grosero al acento de los andaluces o a su situación económica, han levantado una polvareda de reacciones políticas, algunas de ellas igualmente desmedidas e impregnadas de un sentimiento nacionalista tan sorprendente como innecesario. La duda es si hemos sobrepasado ya el punto de no retorno al sentido común, después de haber dedicado tanto tiempo y dinero a fomentar y exacerbar todas las peculiaridades que nos diferencian a unos de otros. De hecho, estamos comprobando que el menosprecio hacia otras regiones es, en algunos lugares, un eficaz sistema de captación de votos que, por muy primarios e irreflexivos que sean, son tan válidos como los demás. Y es que lo que antes era percibido como un simple chiste rancio de sobremesa sobre los estereotipos regionales, ha acabado convirtiéndose en un agravio al honor y en un motivo de conflicto cuasi diplomático. Eso sí, hemos cambiado los casinos por los parlamentos regionales, pero sin renunciar al espíritu del sillón de cuero y la partida de julepe de toda la vida. De hecho, los nuevos caciques posan ufanos en suites de lujo que pagan todos los contribuyentes (también los andaluces) antes de acudir al parlamento a seguir señoriteando.

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