La Voz de Almeria

Política

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Allí estaba toda la familia de mi compañera de habitación, Mariana tenía entre sus brazos a su hijo recién nacido y le daba su pecho para que dejara de llorar, el niño era muy guapo y sano. Al tragón le gustaba la leche y a ella la hacia feliz amamantarlo y sentir su calor, la vida de su hijo pegada al corazón y su hambre esperando su cuerpo.


Yo ojeaba una revisa del corazón que alguien había regalado a Mariana.


“ La austeridad llegó a la Pasarela de Cibeles”, “ También la moda hace recortes vive un tiempo de austeridad”. Pensé dar un toque a mi marido, había decidido que mi hija se llamaría Austeridad y quería preguntarle su opinión, pero recordé que no tendría saldo, él había encontrado, sólo hace unas dos semanas, trabajo en Noruega. Quitando nieve con una máquina.


El padre de Mariana cree que soy su hija, se sienta a mi lado y cuenta sus recuerdos, ella lo corrige, pero como él no la reconoce, sigue hablando conmigo. Dice que a su hermana mayor, el padre que era anarquista, la registró con el nombre de Libertad y cuando cayó La República, la llamaron Berta para no perjudicarla. Yo he decido llamar a mi hija Austeridad, es un nombre demasiado largo, pero tiene como un silbido hacia dentro, que me gusta. El anciano asegura que tendré problemas, que su vecino, El Romances, estuvo dos días en el cuartelillo, por querer ponerle a su hijo Pegaso, como la marca del camión con el que se ganaba la vida.


En el paritorio me sedaron, soñé que había comprado unos pulpos vivos en el mercado, llevaba a mi hija en un carrito para bebes y fuimos al Registro Civil, detrás de un mostrador un funcionario rellenaba un formulario y hacía preguntas, ¿ nombre y apellidos? Austeridad Morales Díaz. Es la primera vez que he oído ese nombre, dijo sin dejar de mirar los papeles.


Se levantó y fue hasta un despacho al fondo de un pasillo, enseguida sale y se encoge de hombros, dice que lo siente que ese nombre no está autorizado, pero que puedo llamarla Severa, es un sinónimo de austeridad. Estoy enfadada, y se debe de notar, el funcionario sugiere que le ponga Belén, Alejandra o Yaiza, que se llevan mucho. La niña empieza a llorar de pronto como una desesperada, la cojo del cochecito y uno de los pulpos que compré en el mercado, le rodea la cara y no la deja respirar, está asfixiándola. Arranco aquella masa pegajosa y la arrojo hasta el mostrador, todo se han quedado mirando la escena y asustados por mis gritos de terror, ahora vuelven la cabeza al lugar donde el pulpo que sigue vivo, se desliza como un monstruo antiguo.


-Bueno usted no se preocupe, puede llamarla Severa Austeridad, yo creo que si lo dejamos como segundo nombre, podremos inscribir a su hija. Dijo el empleado del Registro. La pequeña sollozaba pegada a mi pecho, para consolarla la deje mamar un rato, aunque estuviera fuera de hora. Los demás seguían mirándome asombrados por todo lo que acababa de pasar, yo dije que volvería mañana, ahora sólo me importaba que mi hija, una hija de la austeridad y estos tiempos difíciles, siguiera viva.


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