La Voz de Almeria

Almería

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No terminó bien el siglo XX. Los sucesos de febrero de 2000 en el Poniente almeriense encendieron las luces de alarma y supusieron una conmoción que se extendió por España y que repercutió más allá de nuestras fronteras. Desde los tiempos del accidente nuclear de Palomares, allá por 1966,  unos acontecimientos acaecidos en la provincia de Almería no habían tenido un seguimiento mediático parecido.


El desarrollo agrícola almeriense llevaba más de treinta años actuando como locomotora de la recuperación económica de la provincia y  los analistas habían destacado el carácter social de un modelo económico que hundía sus raíces en la agricultura familiar, en el duro trabajo de los pioneros que habían colonizado el campo desde los años 1960.



Mano de obra e inmigración


Pero, cuando estaba a punto de comenzar el siglo XXI, hacía tiempo que el trabajo necesario para sacar adelante las cosechas  no podía ser aportado exclusivamente por los agricultores y sus familias. La mano de obra externa al grupo familiar era cada vez más necesaria.


El agricultor familiar de los tiempos de la colonización (oficial y privada), hijo del legendario campesino mediterráneo, se estaba convirtiendo, en las postrimerías del siglo, en un empresario agrícola que necesitaba incorporar personal asalariado a sus explotaciones.


 A esta demanda de mano de obra le correspondería el comienzo de un flujo migratorio que desde el Norte de África iba arrojando sobre el campo almeriense a miles de jóvenes de la otra orilla. Estos  nuevos inmigrantes aceptaban las penurias de su situación como el tributo inapelable para alcanzar por fin su sueño europeo.


Las pequeñas empresas agrícolas ofrecían empleo, sí, más o menos regularizado, pero difícilmente eran capaces de suministrar los servicios imprescindibles (vivienda en primer lugar) para atajar los brotes de marginación.


Esto dependía, en mayor medida, de unas administraciones públicas que se vieron desbordadas y sorprendidas ante la magnitud del envite. Como resumió un líder político local de aquel momento, los inmigrantes cuando despuntaba el día eran pocos, pero al caer la tarde y al abandonar las fincas, eran muchos.


Por el contrario, ante otra amenaza que durante la primera década del siglo XXI se cernió sobre el futuro de la agricultura almeriense, la respuesta ha resultado inusitadamente rápida.


La alerta sanitaria proclamada por el gobierno alemán en la primavera de 2011 haciéndose eco de las noticias que situaban el foco de una infección bacteriana (la E. Coli) en los pepinos recolectados en Almería, terminaría siendo un infundio que, no obstante, fortalecería la decisión del sector agrario almeriense de perseverar en la senda de la calidad.



Innovación agrícola


La expansión de la producción integrada, que implica el despliegue de procedimientos de lucha biológica contra las plagas y la mesura en el uso de agroquímicos, ha sido nuevamente un ejemplo de la rápida aclimatación de las innovaciones en un sector muy dinámico:<

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