El misterioso vaso que lleva más de un siglo mirando a los almerienses
Ha sobrevivido a terremotos, terribles vendavales y bombardeos

Se encuentra en uno de los edificios más emblemáticos del centro de Almería.
A veces, son los pequeños detalles los que dotan de importancia a un hecho histórico. Muchos no saben que, en la Puerta Purchena, hay un pequeño objeto que observa a los almerienses desde 1911, un objeto que ha sobrevivido a terremotos, terribles vendavales y bombardeos.
Si se levanta la mirada hacia el edificio de la Casa de las Mariposas tal vez no se aprecie a simple vista, pero ahí está: un vaso.
¿Cómo llegó un vaso a ese lugar? ¿Cómo es posible que a nadie se le haya ocurrido retirarlo? Parece una broma, pero, en realidad, es un sencillo gesto que representa el duro trabajo de quienes construyeron este imponente edificio.
En 1911, terminaron las obras de la Casa de las Mariposas. Para celebrarlo, el arquitecto compró vino y el mismo vaso fue pasando de mano en mano, con todos brindando por el fin de las obras. Después, lo colocaron en la cúspide del proyecto al que tanto esfuerzo le habían dedicado, una forma de dejar su impronta, de no permitir que nadie los olvidara.
En 2009, tras casi cien años de historia, Cajamar adquirió el edificio y se propuso rehabilitarlo, tarea para la cual el vaso fue retirado. ¿Eso quiere decir que el mítico objeto en realidad ya no está donde le corresponde? Todo lo contrario. El vaso se guardó a buen recaudo durante las obras y, cuando estas terminaron, volvió a su lugar.
Gracias al trabajo de rehabilitación y restauración tras la compra de Cajamar, el edificio de la Casa de las Mariposas luce el aspecto de palacete burgués con el que se concibió, pues durante los años 70 y 80 cayó en un estado de decadencia.
Precisamente, las trece mariposas que rodean la cúpula del edificio representan la inmortalidad o la resurrección, una metáfora muy adecuada tanto para el edificio en sí; como para el vaso que, inamovible, sigue siendo testigo de la historia de Almería y de sus habitantes.
Los almerienses pueden sentirse orgullosos de, no solo contar con un edificio declarado Bien de Interés Cultural, sino además de contar con un lugar que no olvida quién lo construyó hace más de un siglo.