28 años del crimen de Miguel Ángel Blanco
El 10 de julio de 1997, ETA secuestró al concejal del Partido Popular y amenazó al Gobierno con matarlo

Portada de La Voz de Almería, 15 de julio de 1997.
11 de julio. 1997. Seis palabras. Solo seis. La Voz: “ETA echa un pulso al Estado”. Era el título a cinco columnas con el que este periódico amanecía el día después del secuestro de Miguel Ángel Blanco. Ese día Sorbas también se despertaba de luto por la muerte de cuatro personas en un fatídico accidente de tráfico. En la página 34, una descripción de los hechos firmada por la agencia Europa Press: “ETA secuestra a un concejal del PP y amenaza con matarlo en 48 horas si el Gobierno no cede”. También la página 35 estaba dedicada a la crónica más negra de ETA: “Los partidos dan su total respaldo al Gobierno y llaman a la movilización de los ciudadanos”.
El 12 de julio era sábado y el monstruo había despertado del letargo. El titular “Los españoles se movilizan para impedir el asesinato del concejal del PP de Ermua” se acompañaba de dos imágenes que preludiaban el horror: en una se observa a la muchedumbre –unas 500 personas-, casi en plano cenital, en la Plaza Vieja. El pie de foto: “Los almerienses gritan en silencio contra el chantaje de ETA”. Juan Megino, alcalde de Almería, ante los periodistas, tras cinco minutos de silencio: “ETA es una alimaña capaz de privar a cualquier ciudadano de su bien más preciado: la vida”. A su lado, el concejal de IU, Diego Cervantes, el presidente de la Diputación, Luis Rogelio Rodríguez, y el entonces obispo, Rosendo Álvarez.
Mientras, Aznar preparaba una gran movilización en Bilbao para pedir la libertad del joven vasco: medio millón de personas. Las protestas acababan de empezar. La lucha contra el reloj de la ignominia había iniciado su peregrinar. Manos blancas frente a la serpiente. El ultimátum había vencido. La periodista Charo Rodríguez firmaba una crónica –crónica en su sentido genuinamente periodístico- en la que, a pie de calle, secuenciaba en imágenes y cuerpo textual la indignación de las gentes de Almería: desde el manifiesto leído en los entonces Cursos de Verano de la Cumplutense en Almería hasta las concentraciones espontáneas de ciudadanos de bien. El título: “Silencios de libertad”.
El domingo ya era tarde. El periodismo no pudo contener las lágrimas, reflejo como es de las pequeñas historias de cada jornal. “ETA ASESINA”, titulaba La Voz en mayúsculas sobre un fondo negro. El 12 de julio, Martín Soler era elegido secretario provincial del PSOE, pero no había lugar para celebraciones. Casi ni para la noticia. La mente de la sociedad estaba en Ermua. En los montes vascos. En una pista forestal de Lasarte-Oria, en Gipúzcoa. Gaztelu, Txapote, asestó dos disparos a la cabeza de Blanco, hijo de un albañil. Beretta del calibre 22. Parte occipital. José Luis Geresta Mujika, Totto, le instó a arrodillarse –tiempo después se suicidó-. En el coche, la amada del asesino. Vigilante. Perros que ladran. En la oquedad del silencio, el eco de dos balas. Aún vivía cuando lo encuentran dos caminantes. Eran las 16:50 de la tarde. Hasta las 05:00 del 13 de julio rezamos por aquel chaval inocente. Se fue.
El 13 de julio, domingo, Miguel Arranz ilustraba el dolor del pueblo en una viñeta para la historia del oficio: “Basta ya. Almería por la Paz”, rezaba. Un día después, La Voz publicaba el lazo negro de repulsa sobre la foto sonriente de una esperanza hecha hombre: de nombre, Miguel: “Los vascos se levantan contra ETA y HB”. En la página 6, Miguel Naveros: “Espero que hoy seamos tantos en la Puerta Purchena que no podarnos dar un paso (...)”. Y Andrés
Caparrós: “Estoy muy triste y escribo casi llorando, casi buscando con desesperación una salida por la que drenar este embalsamiento de rabia y estupor que nos anega”.
El 15 de julio fue una portada que debe estudiarse en los libros de historia del tiempo presente. “Almería contra ETA”. Tres vocablos. Sin verbo. Más de 20.000 almerienses se echan a la Rambla. La movilización más multitudinaria de la historia de Almería. Escribía Antonio Fernández: “Miles de almerienses acompañaron el cadáver de Miguel Angél Blanco parando la ciudad a las doce”. Antonio Felipe Rubio, sin ambages: “Mis detestables y abyectos hijos de puta”. Esa semana se ponían en huelga de hambre tres reclusas de la cárcel de El Acebuche en desacuerdo con ETA. Algunos niños de Las Chocillas mandaban una carta a Bildu –ay, no, a HB-.
Lo ulterior es conocido: Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, e Irantzu Gallastegi, Amaya, su pareja, fueron condenados a 50 años de prisión cada uno. Aquí, en El Acebuche, se acostaron juntos muchas veces. En 2010 eran trasladados a Almería desde Galicia. En 2012 se los llevaron al Puerto III (Cádiz) y, más tarde, ingresaron en Huelva II y Estremera (Madrid). Hoy –desde 2022- disfrutan en Álava de una especie de hotel para reclusos. Hay más de 50 etarras disfrutando de piscina olímpica cubierta, cine, polideportivo, gimnasio de lujo y visitas sin límite. El hombre que presume de no arrepentirse ha conseguido, por la vía política y diplomática, el fin por el que intentaron chantajear al pueblo español –el Estado se negó a las exigencias de ETA: llenar las cárceles vascas de presos terroristas-. Hoy está a 133 kilómetros del lugar donde acribilló a tiros a Miguel Ángel Blanco. Hora y media en coche. En seis años saldrá en libertad, si no hay más condenas. El asesino de Blanco estará en edad de jubilación.
Irantxu, la del vis a vis, le chistó a Blanco aquel jueves, 10 de julio: “Chsssss”. Salía Miguel Ángel del tren. Su último tren. Aquel sábado, María Rubio Ábalos –Fuente de la Higuera, Benizalón- sufría una crisis cardíaca. Estaba enferma del corazón. Empeoró. Empezó aquel día su caída. Miguel Ángel Blanco era, también, su nieto.