La Voz de Almeria

Almería

"Si no estás en forma, te mata": los barrenderos de Almería y el reto de sobrevivir al calor

Cuestas empinadas, sol a plomo y sombra escasa: el día a día de quienes limpian las calles más duras de Almería.

Imagen conceptual generada por IA de un barrendero caminando por una calle bajo un sol caluroso.

Imagen conceptual generada por IA de un barrendero caminando por una calle bajo un sol caluroso.La Voz

Víctor Navarro
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Hay trabajos que no entienden de olas de calor ni de alertas meteorológicas. Mientras muchos evitan salir, otros ya caminan bajo un sol que aún no ha salido del todo, pero que ya pesa. En Almería, en los primeros días de julio, el termómetro ha marcado más de 30 grados con una sensación térmica que superaba los 34. Nos preguntábamos que pasará cuando llegue agosto, padeciendo un calor que no se soporta: se impone.

Caminar, empujar, subir escaleras, tirar de la escoba mientras el sol llega a su plenitud y los toldos bajan la cabeza. Es entonces cuando el trabajo se convierte en una carrera de fondo: ni a la sombra ni a la contra. En lo llano, uno sobrevive. En las cuestas de algunos distritos de la capital, uno se juega el tipo.

El pasado 28 de junio en Barcelona, moría Montse Aguilar, una trabajadora del servicio municipal de limpieza de 51 años tras su jornada laboral. Había estado trabajando a pleno sol a 36 o 37 grados, “con un jersey de poliéster que no transpira. Al llegar a casa cayó fulminada”, relata la familia. La noticia sobrecoge, pero también evidencia algo, que hay profesiones que el verano convierte en riesgo. No es una forma de hablar, es una realidad que quema.

La vestimenta

Para conocer de primera mano cómo se trabaja bajo altas temperaturas, LA VOZ ha hablado con un barrendero de la capital almeriense: Roberto —nombre ficticio— para no comprometer su empleo. Él conoce bien lo que significa empujar el carro cuando el sol parte el cielo.

Los barrenderos de Almería utilizan un uniforme que incluye pantalones largos, incluso en verano. Según nuestro protagonista, aunque las prendas de temporada son más ligeras que las de invierno —cuyos pantalones llevan forro para proteger del frío—, la vestimenta está diseñada para proteger al trabajador, lo que puede limitar la circulación del aire. “El hecho de no poder llevar pantalón corto, tiene que ver con la prevención de riesgos laborales. Pero en ocasiones los pantalones largos asfixian”. Señala Roberto.

Este empleado de limpieza urbana, propone que permitir, de manera regulada, el uso de pantalones cortos sería una medida bienvenida en lugares de trabajo con condiciones climáticas como las de Almería. Aunque los barrenderos llevan gorra reglamentaria, él considera que otras prendas serían más adecuadas para desempeñar su labor, como el “sombrero de paja de toda la vida” o gorras tipo siroquera que cubran la nuca y las orejas, ofreciendo mayor protección frente al sol. “Yo tengo algunas y me las pongo de vez en cuando para trabajar, pero te llaman la atención si no llevas el uniforme reglamentario”, comenta, reflejando una cierta rigidez en la aplicación de las normas.

Las zonas de Almería más duras para trabajar

Pero el calor no es el único factor que condiciona el trabajo: la zona asignada puede marcar la diferencia entre una jornada llevadera y otra agotadora. “No es lo mismo que te manden a un distrito llano, como Oliveros o Calzada de Castro, que a uno con desniveles, como los barrios que rodean la Alcazaba”, señala Roberto.

En su experiencia, las zonas más duras del centro son El Santo y La Fuentecica, especialmente la primera. Este distrito comienza en la Plaza del Carmen, junto a Puerta Purchena, y asciende hasta el monumento del Quemadero. “Pasas de 0 a 100 en un momento”, describe. Trabajar allí implica no solo enfrentarse a cuestas y escaleras.  “Tienes que tener una condición física muy buena para hacerlo bien. Si no lo estás, no puedes. Es un distrito al que no puedes mandar a cualquiera. Te mata”, matiza por el rigor que requiere esa ruta.

A todo eso se suma la logística diaria. “Cuando te encuentras papeleras llenas y tienes que vaciarlas y llevarte el saco, tampoco es tan fácil, porque hay pocos contenedores y hay que subir y bajar muchas escaleras o cuestas. Eso ralentiza mucho el trabajo. Cansa mucho más. La zona que te toque te puede hacer pasarlo mejor o peor”, afirma.

Trucos y falta de árboles

En su oficio, la sombra no es un lujo: es una necesidad. La falta de zonas arboladas agrava la exposición al calor y convierte recorridos ya exigentes en auténticas pruebas de resistencia. La ausencia de árboles, más que un detalle urbano, se convierte en un factor clave cuando se trabaja al aire libre en pleno julio almeriense.

En algunas calles del centro, los edificios altos ofrecen cierta tregua durante la mañana, proyectando sombras que permiten avanzar sin que el sol golpee directamente. Pero en buena parte de los barrios populares —con casas bajas y calles sin apenas vegetación— no hay escapatoria. La luz cae a plomo desde primera hora y se mantiene así durante casi toda la jornada .“Si hubiera árboles, no lo pasaríamos tan mal”, lamenta Roberto. 

Frente al calor extremo, cada barrendero desarrolla sus propios métodos para sobrellevar el calor. Roberto, como tantos otros, confía en pequeños trucos que se aprenden con los años. “Agua, llevar una botella congelada, que llevas dentro de un cajoncillo en el coche… aunque acaba siendo sopa”, comenta con resignación. Es un gesto simple pero necesario: hidratarse constantemente, aunque el agua ya no refresque como al principio.

Cambio de horario

Roberto explica que, con la llegada del verano, los horarios también cambian. El ajuste busca reducir el tiempo de exposición al al calor, aunque el resultado no siempre es tan efectivo como se espera. “En invierno,  empezábamos a las cinco de la mañana. Ahora entramos a las seis y salimos a las doce y media ."

El barrendero agradece el recorte de media hora en la jornada laboral durante el verano, pero entiende que la decisión de retrasar la hora de entrada a trabajar no sea tan efectiva. “Han quitado media hora, y eso se agradece, pero empezar a las seis en lugar de a las cinco te hace comerte una hora más de sol”, explica. En Almería, donde el calor aprieta con fuerza, esa hora extra bajo el sol marca la diferencia entre un día llevadero y uno agotador.

Hay trabajos que no entienden de olas de calor ni de alertas meteorológicas. Para Roberto y los suyos, la lucha diaria contra el sol implacable de Almería es una carrera de fondo que no se puede evitar, aunque el termómetro supere los 30 grados y la sensación térmica se eleve aún más. Porque aquí, bajo este cielo ardiente, trabajar es resistir, paso a paso, contra un calor que no perdona.

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