La Voz de Almeria

Almería

Los novios que iban a Los Callejones

Con su bufett libre se ponían ‘moraos’

Juan Miguel y Mari Carmen listos para brindar con el cava servido por Antonio.

Juan Miguel y Mari Carmen listos para brindar con el cava servido por Antonio.La Voz

Tony Fernández
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El tiempo no perdona y se ha detenido (igual para siempre) en la Cuesta de Los Callejones por donde tanta alegría pasó a lo largo de los años 80, cuando en todo su esplendor pasaron con los anillos de estreno los novios más guapos de Almería. Los recién nacidos que sumaban gramos en las farmacias con el agua bendita en la frente, y aquellas comuniones primeras que empezaron a tomar ritmo de boda en toda regla.

El Restaurante Los Callejones también era conocido como el Self Service porque te podías poner ‘morao’ de comida por un precio razonable. Hoy pasa desapercibido en plena cuesta. No era el dueño (pero como si lo fuera) el protagonista de esta historia hostelera.

Antonio Martín Matillas nació un 25 de septiembre de 1958 en Laujar de Andarax localidad de la alpujarra almeriense, allí se crió y permaneció hasta el mismo día que cumplió los 14 años que se vino a la capital a estudiar en la Escuela de Formación Profesional.

Libros y barra

Dos años más tarde cumplidos los 16, en verano, Antonio y un grupo de compañeros estudiantes decidieron buscar trabajo en los invernaderos, pero resultaba que cuando ellos querían y podían trabajar no había trabajo, entonces les informaron que en Los Molinos, en Los Díaz, estaban buscando personal. Sin pensar se dirigieron hacia allí para informarse, la respuesta que le dieron fue que ya tenían el cupo y les recomendaron que fueran en busca de su primo Rafael al Buffet de Los Callejones que dos años antes era tan solo una bodega y que allí necesitaban personal.

Se dirigieron al lugar y efectivamente tuvieron suerte algunos, no todos, cuenta Antonio que de barra de un bar no tenía ni idea porque nunca había trabajado y para colmo ni entrar para consumir a ningún sitio. Antonio se lo tomó muy en serio porque su primer destino fue en la cocina y haciendo lo que le mandaban lo mejor posible y así fueron sus comienzos de aprendiz en aquel primer año que poco a poco asimilaba todos los secretos y el saber estar detrás de un mostrador de un bar.

Ascenso

En su segundo año ya era jefe de salón para organizar toda clase de celebraciones y continuando hasta que le llegó el momento de cumplir con la patria obligado por el servicio militar, que ocurrió con 20 años cumplidos en mayo de 1978; como es lógico cuenta que le dieron de baja en la Seguridad Social o baja laboral. Una vez licenciado se fue a Berja donde vivían sus padres por la ocupación laboral de su padre. Estando en Berja su jefe Rafael fue a visitarlo para pedirle que regresara a la empresa con ellos, no dudó el regreso y continúo adquiriendo experiencia en la profesión que con tanta facilidad se le daba. Servía para todo.

El jefe

Pasó el tiempo y estando cerca su enlace matrimonial le ofrecieron el negocio y la casa ubicada en el mismo lugar. Antonio acepto la oferta y llegó la boda con su novia Isabel que se produjo en marzo de 1983 y en la casa estuvieron viviendo durante ocho años donde nacieron en diciembre de 1983 su hijo Antonio y su hija María en 1987. Pasados esos ocho años en 1991 dejo de ser dueño, pero continúo trabajando a sueldo. En 1994 su jefe cerró el negocio, pero tan solo permaneció una semana cerrado porque Antonio le comento que se quedaba a trabajar en el bar, el solo, propuesta que acepto el dueño tapiando para aislar el salón del bar y donde permaneció cuatro años más hasta 1998.

Esos cuatro últimos años le sirvieron para buscar un local que encontró en la Plaza Santa Isabel donde había estado montada una cafetería, la misma que transformó en un bar. Nacía el Bar El Almirez: todo un éxito.

Punto y final

En 1998 el local convertido en bar fue tomando forma y no dudó en llamarle el Almirez en homenaje al paraje o cerro más alto no muy lejano de su localidad natal. Mirando atrás sin ira recuerda Antonio aquellas bodas tan bonitas y sencillas. Aquellos precios ajustados a todos los bolsillos que le dieron al lugar ese boca a boca para convertirlo en el santuario de todo gran acontecimiento social. Antonio servía el cava final a los novios y les daba el importe del menú.

Había de todos los precios y para todos los bolsillos. Nadie se iba de Los Callejones sin celebrar porque Antonio sabía ‘amarrar’ bien las operaciones. No eran clientes de Antonio, eran amigos como años después pasaron por El Almirez por sus tapas.


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