La Voz de Almeria

Almería

Lejía y dedicación para luchar contra el virus

Isabel García López, encargada de la limpieza del Centro Municipal de Acogida

Isabel García López, encargada de la limpieza del Centro Municipal de Acogida

Isabel García López, encargada de la limpieza del Centro Municipal de AcogidaLa Voz

Lola González
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Isabel García lleva una década al frente de la gestión de la limpieza del Centro Municipal de Acogida y es por ello que no se sorprendió cuando le pidieron que asumiera esas mismas labores en el Albergue Juvenil cuando este se convirtió en hogar para sin techo en el confinamiento. Fueron semanas de locos allí dentro mientras al salir a la calle todo estaba desierto, “parecía una película de ciencia ficción”.

Reconoce que cuando vio la cantidad de habitaciones y todo lo que había que preparar se asustó. Había personal nuevo, usuarios no habituales y sobre sus espaldas la responsabilidad de que la higiene en la instalación impidiera los contagios. Y se lo tomó al pie de la letra, ni uno hubo.

Recuerda sonriente como le contaba a los inspectores de Sanidad que para ella las mezclas de agua y lejía de los protocolos se quedaban en “casi agua” y que optaba por usar directamente lejía o desinfectante porque “ni un riesgo había que correr”. Eran días en los que apenas se sabía nada del virus, del tiempo que se quedaba en las superficies y el tenerlo todo desinfectado “era una obsesión”. Poco le importaron los vapores de esos productos de los que huía tras la mascarilla.

Fue un trabajo enorme pero satisfactorio porque cumplió su objetivo. Eso no quita ese miedo diario vivido por no saber a lo que te enfrentas y la posibilidad de que te lo puedas llevar a casa sin darte cuenta. Aún hoy su nieta cuando la ve cruzar la puerta con el uniforme le pregunta si la puede tocar. Y es que como todos los que han estado en primera línea la llegada a casa suponía todo un ritual de desinfección antes de cruzarse con la familia. 

Tuvo que habituarse a ponerse y quitarse el EPI ya que cada vez que llegaba alguien nuevo al albergue y era sospechoso de estar contagiado se le aislaba hasta que se hacían las pruebas pero tras la entrada y la salida había que desinfectar cada rincón por el que había pasado.

Isabel sigue en primera línea cada día en el Centro de Acogida pero sabe que esos meses fueron únicos. No fue nada fácil ayudar para que personas que llevaban años en la calle, solos, resistieran el encierro y consiguieran no solo convivir, sino hacer grupo. “Cuando se iban marchando se acercaban a darte las gracias y eso te llena. Se iban despidiéndose de otros usuarios de los que ya se habían hecho amigos”. Allí todos hicieron piña, usuarios y trabajadores, había que protegerse del virus.

Por su carácter seguro que si le hicieran de nuevo el encargo, volvería a ponerse el uniforme, subirse a la camioneta del centro y  ‘menear’ lo que hiciera falta. Es duro enfrentarse a lo desconocido pero Isabel no es de las que se achican.

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