El último videoclub de Almería: la resistencia al olvido de un negocio que ya no existe
David lleva 28 años regentando el videoclub Tazmania de Viator

David Vargas, propietario del videoclub Tazmania.
En Viator sobrevive uno de esos lugares que poco a poco fueron arrastrados por el olvido. Un vestigio de otra época, donde siempre han convivido pesadillas, aventuras y romances, que ahora permanece como una cápsula del tiempo. Se llama Tazmania, y al frente está David, que lleva ya 28 años detrás del mostrador. Donde antes se alineaban películas, ahora coexisten cargadores, golosinas, auriculares, bebidas energéticas, juegos de mesa y “lo que vaya haciendo falta”.
David no se engaña. Sabe que lo de alquilar películas ya no es negocio. De hecho, la media actual ronda las 10 o 12 a la semana, cuando hace años un sábado podía despachar hasta cien. Pero ahí sigue, porque el sitio se ha transformado. Ya no es solo un videoclub, es un punto de encuentro del barrio. Un lugar donde la gente pasa, pregunta, charla, encarga algo, o simplemente busca un rato de conversación con 'David el del videoclub'.
“Me da pena quitarlo”, reconoce. Y es comprensible. Lleva casi media vida ahí. Empezó con ilusión, con el empujón de su padre, cuando aún era común ver colas en la puerta esperando la apertura. Hoy, aunque las plataformas de streaming lo han cambiado todo, todavía hay quienes prefieren coger una película en físico, o directamente se pasan a por un refresco o para que David les configure el móvil o les active un reloj inteligente.

El Tazmania se ha reinventado hasta acabar vendiendo de todo.
Reinventarse
La clave, dice, ha sido adaptarse. Lo que antes era solo cine, poco a poco fue cediendo espacio a otros productos. “Empecé con un poco de chuches, luego móviles, cargadores, cables, cosas que iban pidiendo. Y al final, si lo que traes se vende, ¿por qué no?”, explica.
La transformación también ha sido social. David ha visto crecer a los niños del barrio. “Antes venían con sus padres, ahora vienen con sus hijos”, dice. Muchos tienen confianza con él, le piden favores, le dejan paquetes para los vecinos, le consultan sobre cosas que van más allá del cine. Algunos incluso le encargan películas que ya no están en las plataformas. Si puede, se las consigue. No por dinero, sino por mantener ese pequeño servicio que hoy casi nadie ofrece.
“Netflix fue el golpe definitivo y después del confinamiento ya nada volvió a ser lo mismo"
Durante la pandemia, cuando todo se paró, David cerró el local por un tiempo. Pintó, limpió el almacén y se dio cuenta de que un negocio de alimentación podía abrir con menos restricciones. El videoclub se adaptó otra vez, aunque ya entonces era evidente que las plataformas se estaban comiendo todo. “Netflix fue el golpe definitivo y después del confinamiento ya nada volvió a ser lo mismo", confiesa.
Lo que queda ahora es una mezcla de videoclub, tienda de barrio y centro de recados. Vende lo que puede, intenta ayudar a los vecinos que se dejan caer y mantiene el espacio vivo. Apostó durante un tiempo por recibir paquetería y ahora hasta ofrece contratos de telefonía móvil. "Al final es como todo, no sirve de nada lamentarse, y me di cuenta de que reinventándome podría seguir manteniendo el negocio", asegura.

Fachada del videoclub Tazmania, en Viator.
En sus estanterías aún hay hueco para las sagas clásicas, películas de terror y cintas que muchos ya no encuentran en ningún sitio. Además, cuando alguien le trae una caja con DVDs que quiere tirar, David la recoge si puede, aunque ya no tenga sitio. Los frigoríficos han ido con los años ganando terreno al celuloide y, poco a poco, David va retirando carátulas para dar paso a los refrescos, lo que para él es "ley de vida". "Seguiré con esto mientras sigan llegándome películas; el día que no pueda ofrecer nada nuevo las quitaré", añade.
Resistir al olvido
Es la crónica de una muerte anunciada. David asume que antes o después acabará renunciando a las películas, aunque en ese caso le gustaría utilizar las carátulas para decorar el negocio, haciendo que "sigan presentes de alguna manera". Aún así, todavía guarda un rincón para la esperanza ahora que lo 'retro' está de moda, y si la gente está apostando por los vinilos y las consolas de antes, "¿quién sabe?".
Han pasado muchos años desde que abriera sus puertas. Por el camino, David ha visto a sus semejantes ir bajando el telón a lo largo de la provincia. Almería, El Ejido, Roquetas o Níjar son solo algunos de los lugares en los que el negocio ya no existe, y parece cuestión de tiempo que Viator siga sus mismos pasos. Hasta entonces, el videoclub Tanzania sigue resistiéndose al olvido.