Cómo hemos cambiado: aquel Copo del Bocatta y el Kikiriki Park
Este año se cumplen tres décadas de su inauguración

Parque Comercial Copo, en El Ejido.
Hubo un tiempo en el que los de la generación que aún lucha por ubicarse en el mundo tenía un lugar al que acudir para sentirse como en casa. Cuando desplazarse hasta la capital era casi un hito, El Ejido brindaba las posibilidades que para un niño se convertían en todo un universo.
Quién no recuerda la fuente en la entrada del Copo, custodiada por las inmensas postales que conmemoraban diversos puntos del Poniente. La figura del hombre de Cruzcampo (que se llama Gambrinus, como la cervecería), el tiovivo de los caballos en el que era posible encontrar la diversión sin necesidad de echarle una moneda. Quién no recuerda enfilar la galería de las tiendas con la vista puesta en las pompas de jabón esparcidas por el oso de Orchestra, y tantas otras estampas que forman ya parte de nuestro pasado. Hoy el Copo es muy distinto a cómo era en aquellos 2000, y no es para menos, pues a finales de este año cumplirá su treinta aniversario.
Aquellos maravillosos 2000
Fue en la Navidad de 1995 cuando el Centro Comercial del Poniente (COPO) abrió sus puertas por primera vez y se mantuvo como el mayor parque comercial del Poniente hasta que se inaugurara el Gran Plaza, allá por 2002.

Obras del Parque Comercial Copo.
En un principio fue concebido como hipermercado, pero no tardó mucho en llevarse a cabo la ampliación que supuso la llegada del cine y las tiendas que acompañaron a los vecinos durante aquellos años. Pensar en el Copo es pensar en Blanes, Polichinela, Game, Belros o Juguetón, entre muchas otras, al igual que es pensar en las trabajadoras deslizándose en patines por el supermercado, las relucientes bicicletas engalanando el pasillo central, la sección de televisores, la de juguetes, y es también acordarse de la gigantesca canasta de baloncesto que colgaba del techo, que por algún motivo tenía cojines en lugar de pelotas.
Los cumpleaños tenían ritual
Todo ejidense que haya nacido en los noventa ha celebrado alguna vez su cumpleaños en el Copo. El evento comenzaba días antes con una tarjeta de invitación del Kikiriki Park que se repartía entre los primos, los compañeros de clase y todo ser conocido (hubiese jurado que se decía Ki-ri-ki).
Allí, los padres encontraban la oportunidad de arrojar a la jauría de niños todo el tiempo que les permitieran los responsables; mientras, las alimañas, ávidas de sangre, se preparaban para una batalla campal en la piscina de bolas, las colchonetas y la plataforma con distintas alturas, un complejo arquitectónico que vivía impregnado por un olor que no hace falta describir para evocarlo.
Pero antes de aquella masacre era tradicional acudir al Bocatta (el Pans & Company con carisma), aunque siempre estaban los alternativos que se dejaban embaucar por Ronald McDonald. Puede que el Bocatta no fuera el lugar más elegante del mundo, pero si algo hay que reconocerle es que ha dejado objetos de coleccionista por todas las casas del Poniente.

Obras de los Multicines Copo.
Cuando te creías mayor pasabas de las colchonetas a las máquinas de arcade y de la piscina de bolas a la mesa de air hockey, a los simuladores de coches y motos de agua, los de tiros y el futbolín. Mención honorífica merece también la bolera, que más que bolera era una petanca, pero siempre era mejor que tratar de sacar un Pikachu con el gancho.
Parte de nuestra historia
Han pasado muchos años de aquel Copo. La mayoría de los negocios que había entonces desaparecieron o se han ubicado en otro sitio. Poco queda ya del centro comercial que acompañó la infancia de tantos ejidenses: los recreativos se convirtieron en un Sprinter, que ahora es un JD. La fuente se sustituyó por unas escaleras mecánicas y el tiovivo simplemente se esfumó. La Gambrinus es un Springfield y Blanes ya ni siquiera se llama Blanes.
La crisis jugó un papel importante y, tras pasar por un valle, la llegada de Carrefour le brindó una segunda oportunidad. Que el nuevo Copo sea mejor o peor que el antiguo es cuestión de gustos, pero en la memoria de los nostálgicos siempre quedará un hueco para aquel Copo, el del Bocatta y el Kikiriki Park.

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