La difícil situación de la granja de camellos de Pechina: “Voy a tener que cerrar”
La alemana Ursula Schulz, dueña de Mi Reino por un Camello, atraviesa una situación crítica

Ursula Schulz y dos de los camellos dromedarios de su granja de Pechina.
Han aparecido en películas y series rodadas en escenarios de Almería como ‘The Crown’ y ‘Camino a Belén’. Han llevado la ilusión a los más pequeños acompañando a los Reyes Magos durante cabalgatas y celebraciones escolares. Y han hecho reír a centenares de niños y niñas en cumpleaños y actividades familiares. Ahora, sin embargo, los camellos de la granja-escuela que Ursula Schulz regenta en Pechina viven sus momentos más complicados.
En 2009, esta veterinaria alemana, apasionada de estos animales, decidió dejar Fuerteventura, donde llevaba doce años trabajando, para instalarse en Almería y abrir su propio negocio. Una empresa que sufrió un primer duro golpe con la pandemia y sus consecuencias económicas y que ahora se ve abocada a un incierto futuro debido a los problemas de salud que acarrea su propietaria.
Schulz llevaba años sufriendo problemas de espalda, pero fue el pasado marzo cuando empeoraron. “Yo quería seguir con las excursiones y demás, y esperaba que mi salud mejorase. Pero ha ido a peor y llevo todo este verano haciéndome a la idea de que voy a tener que cerrar la granja, que no puedo cuidar de los camellos. No puedo agacharme, y los médicos me dicen que no puedo coger peso. Es muy complicado llevar así una granja”, se lamenta en una entrevista con Alfredo Casas en ‘Hoy por Hoy’ de SER Almería.
La veterinaria, cuyas manos también han sufrido el síndrome del túnel carpiano, confiesa que ha desvelado su situación como una manera de asumir el dramático momento que vive su granja, Mi Reino por un Camello, que para ella es más una pasión que un trabajo. “He querido hacerlo público para creerme que voy a tener que cerrar y buscar una solución. Pero no es fácil: no puedo regalarlos o venderlos a una familia. Hay quien tiene caballos, pero esto es distinto: son animales distintos que además necesitan vivir en grupo; de lo contrario, no serían felices”.
Buscando un destino
En la actualidad, en la granja de Ursula Schulz viven diecisiete camellos y la “gran pregunta”, dice, es qué hacer con ellos si se ve obligada a cerrar su empresa. “He preguntado a gente que conozco, a criadores, pero quieren a los más jóvenes. Yo tengo muchos de veinte años o incluso más que se merecen los mismos cuidados, pero que ya no sirven para pasear a niños”, reconoce.
Su idea era conservarlos con ella “hasta el final de sus días”, aunque su estado de salud lo hace cada vez más inviable. “No son mi propiedad, son mi responsabilidad”, asegura. Por eso, sufre al no saber cómo los cuidarán si no puede estar al cargo. “A la gente les encanta estar con ellos, darles de comer, peinarlos, y los camellos se sienten útiles y son felices así. Pero en otro lugar no sé en qué circunstancias se encontrarían”, reflexiona.
Para Schulz, sería “fantástico” que alguien pudiera hacerse cargo de la granja, aunque es consciente de la dureza de ese tipo de vida. “Tampoco nunca ha venido nadie a preguntar. Si a alguien le interesara, que se pase por aquí y los conozca: transmiten tranquilidad y son muy divertidos”.
Mientras medita sobre qué decisión tomar, recuerda que, por el momento, la granja Mi Reino por un Camello sigue activa (estos son sus perfiles en Facebook e Instagram). “Hemos tenido recientemente dos cumpleaños chulísimos y actividades familiares muy divertidas”, expresa, con la esperanza de que estos animales puedan seguir maravillando a los almerienses.
“Creo que no estamos de moda”
Desde que comenzó con su actividad en Almería, primero en Mojácar y luego en Pechina, Ursula Schulz ha organizado rutas en camellos, excursiones y actividades muy enfocadas en los más pequeños. “Es una alegría estar con ellos”, reconoce.
El coronavirus fue un punto de inflexión. El negocio quebró, aunque se rehizo como pudo: por ejemplo, ya no realiza rutas para adultos. “Desde la pandemia no tengo sueldo, vivo de mis ahorros, intento no gastar, solo me pago la Seguridad Social y lucho, lucho y lucho...”, expone.
Y aunque la primavera no fue mal, el verano “ha sido horrible”. “Creo que no estamos de moda: cada año viene menos gente, aunque luego se van muy contentos. No sé si hoy en día las familias buscan que sus niños vivan un encuentro cercano con los animales”, apunta.