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De la tragedia de la DANA a estrenarse como fallera: la historia de una almeriense

Con recuerdos de su tierra natal y gran entrega al feudo fallero, Isabel narra cómo ha hecho de Valencia su hogar

Isabel Guardia, una almeriense que se ha vestido de fallera por primera vez en su vida.

Isabel Guardia, una almeriense que se ha vestido de fallera por primera vez en su vida.La Voz

Elena Ortuño
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Entre valencianas embutidas en enaguas y corpiños de preciosos colores, una almeriense con ‘doble provincialidad’ recorrió esta pasada semana las calles de Valencia como si de una más se tratase. O sin el ‘como’. Isabel Guardia, oriunda de Almería y forjada en Valencia desde los 18 años, siente desde hace décadas el espíritu fallero correr por su sangre. Este 2025, por fin ha podido vivir la celebración vestida de los pies a la cabeza con el traje tradicional.

En medio del recuerdo de una DANA con la que ni ella ni sus vecinos se han reconciliado todavíaIsabel vive en Catarroja, el segundo pueblo que acumuló más muertes en octubre del año pasado – y la emoción de participar desde dentro en una festividad que siempre ha admirado, la almeriense ofrece una mirada que combina la crudeza de la realidad con la esperanza y el festejo de la tradición.

Raíces andaluzas en tierras valencianas

Tanto su acento como su cercanía y calidez revelan que Isabel nació y creció en Almería: “Yo soy almeriense. Mis familias materna y paterna eran de allí. Mi padre se crio en Adra, pero tengo familiares por toda la zona”, afirma, para después reconocer que hay alguna que otra tradición que aún se saborea en su casa: “Yo sigo cocinando aquí las recetas que me enseñó mi madre”. Así, las migas o los guisados almerienses coexisten en su mesa con otros platos del Levante.

Si bien no renuncia a sus orígenes, nunca ha dejado de considerarse valenciana: “Llevo muchos años aquí. Mis hijos han nacido aquí. La vida la he hecho aquí”, afirma con naturalidad, revelando que, tras cumplir la mayoría de edad, se fue allí de la mano de su madre, quien se había casado por segunda vez.

Mientras que la capital valenciana se ha ido convirtiendo paulatinamente en su hogar, el recuerdo de su tierra natal –con el Hospital Provincial, la Pescadería y la antigua “bola azul”– sigue latente en su memoria. La dualidad de identidad, entre lo andaluz y lo valenciano, se refleja en cada palabra, en cada anécdota que comparte, convirtiéndose en uno de los pilares de su identidad personal.

Un encuentro con la tradición fallera

Si bien la almeriense lleva mucho tiempo acudiendo a las fiestas más emblemáticas de la capital, no fue hasta hace un par de años que se unió a la falla de su barrio, una decisión que la ha conducido este mes a vestirse por primera vez con unas ropas que la hacen sentir ya como si fuese hija adoptiva de la ciudad.

Y es que la experiencia no se limita solo a lucir el traje típico. Desde 2024, cada vez que comienzan a retumbar las primeras mascletás de marzo, Isabel vive en sus carnes lo que es formar parte de una comunidad que se expresa a través de rituales, vestuarios y tradición. “En mi falla hay gente que ya conocía de antes por ser del barrio, así que he tenido muy buena acogida. Este año me he vestido por mi hermana, que es una lianta”, reconoce con jolgorio en la voz.

“Soy la labradora de mi hermana, por lo que tengo que ir con la falda correspondiente, aunque en el desfile de la entrega floral a la Virgen sí me vestí con la de fallera”, recuerda con emoción contenida. Sobre la ofrenda, cuenta que no se trató de una simple petición; las Fallas han estado marcadas por los fatídicos acontecimientos vividos durante la DANA: “En mi patio entraron 3,7 metros de agua. Yo perdí a cuatro amigos y todavía no me he recuperado”, recuerda con dolor, haciendo referencia a los devastadores episodios ocurridos en Catarroja.

Su primer vestido fallero y su bautizo como “labradora” se le han presentado así como símbolos de un renacer personal, una celebración de la vida que, a pesar de la sombra de tragedias recientes, se viste de luz y color en cada rincón de Valencia. En medio del ruido de las mascletàs y el crepitar de las cremàs, Isabel -como muchos otros valencianos- se erige como ejemplo de resiliencia y de la capacidad de encontrar en la celebración la fuerza para continuar, para integrar lo vivido y lo sentido en un tejido que, poco a poco, le permita continuar.

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