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Malika, la intrépida mujer que retrasó la conquista de Almería un siglo y medio

Dedicada al comercio, a la navegación y al pillaje, la almeriense surcó los mares al mando de su propia flota como capitana

Dibujo de un par de marineros midiendo las estrellas con un astrolabio.

Dibujo de un par de marineros midiendo las estrellas con un astrolabio.Hans Staden / Wikimedia Commons

Elena Ortuño
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La historia de Almería está plagada de figuras femeninas insignes que han dejado su huella en la literatura, la música, el activismo o la política; mujeres cuyos nombres, silenciados a lo largo de los siglos, comienzan a resurgir de entre los recovecos de la memoria para devolverles el protagonismo que se les retiró. De cara al próximo 8M, Día Internacional de la Mujer, cabe mencionar que aún quedan algunos ámbitos insospechados por reconocer en los que también las mujeres desempeñaron un importante papel. La literatura da rienda suelta a estos espacios y así lo muestra un relato del abogado José Ramón Cantalejo Testa, quien dio vida a una figura que bien podría haber existido, al igual que personajes como Grace O’Malley o Mary Read.

Tal es el caso de Malika Fadel ben Salvador, una almeriense del siglo XIV que, según relata Cantalejo, se convirtió en una de las corsarias más temidas del Mediterráneo; una mujer que, con audacia, inteligencia y una determinación inquebrantable, surcó los mares como capitana de su propia flota, compuesta en su totalidad por hombres.

Los orígenes de Malika

Según el relato, Malika Fadel ben Salvador nació en Almería en 1302, en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio marítimo y, por qué no decirlo, al pillaje, una actividad recurrente en las aguas de Al-Ándalus que, al contar con el permiso del sultán, los historiadores prefieren no apodar como 'piratería'. En una época en la que el corso era una estrategia común para debilitar a las potencias rivales, Ibn Fadel, el abuelo de Malika, se convirtió en un experimentado corsario que atacaba embarcaciones cristianas durante sus incursiones.

Si bien su fama le precedía, el ascendiente de la joven también gozaba de gran reconocimiento como navegante y comerciante a raíz del intercambio de productos entre el Reino de Granada, el norte de África y el Mediterráneo oriental.

A pesar de su prosperidad, la niña tuvo la mala suerte de quedarse huérfana tras el asedio de Almería organizado por el monarca Jaime II de Aragón en 1309. Quedó así bajo la protección de su abuelo, quien la acogió y, en una controvertida decisión, decidió años después convertirla en su esposa. Sobre esto, hay quien entiende esta unión tan poco habitual como una forma de proteger la herencia familiar y asegurar la continuidad de la empresa comercial. Sea como fuere, el matrimonio no duró mucho.

Ibn Fadel falleció como muchos otros almerienses a causa de la peste que asoló la ciudad en 1329. Con su muerte, dejaba en Malika no solo su fortuna, sino también su flota y la red de contactos que su abuelo había cultivado en el Mediterráneo. Nadie en aquel momento habría sospechado que los reinos cristianos se verían envueltos tiempo después en una larga guerra como consecuencia de la intervención de una marinera que retrasaría la conquista definitiva de Almería hasta 1489, un siglo y medio después.

Capitana de su propio destino

Lejos de relegarse a un segundo plano o ceder el control de la flota a un hombre, Malika asumió el mando con firmeza. Como capitana, dirigió expediciones que surcaban las aguas del que luego sería llamado Mar Maldito, precisamente por la sempiterna presencia de la piratería y el corso. Sus habilidades de navegación, su conocimiento de las rutas comerciales y su capacidad para negociar con diferentes poderes pronto la convertirían en una figura temida y, sobre todo, respetada.

Malika operaba con inteligencia, seleccionando con precisión sus objetivos. Sus ataques estaban dirigidos principalmente a embarcaciones cristianas, tanto castellanas como aragonesas; todo en un contexto de inestabilidad política y de frágiles treguas entre el Reino de Granada y los reinos cristianos. Su astucia para evitar ser capturada y la eficacia de sus incursiones le granjearon una reputación formidable entre sus aliados y enemigos.

La captura que enfureció a Castilla y Aragón

Su suerte, sin embargo, tornó en 1350. Durante una escaramuza en alta mar, la flota de la capitana fue atacada por el almirante franco-catalán Moreau de Perellós, quien rompió la tregua pactada entre Castilla y el Reino de Granada para asaltar los barcos de la almeriense. Si bien la batalla tuvo que ser feroz, la flota cristiana superaba en número y armamento a la de la pirata.

Su captura causó un revuelo inmediato. Tanto el rey de Castilla como el de Aragón, quienes habían acordado treguas con Granada, se mostraron indignados por la violación de los pactos por parte de Perellós. Sin embargo, lejos de negociar su liberación, el almirante decidió quedarse con su botín y enviar a Malika a Barcelona como prisionera. Cantalejo no detalla su destino final, pero se especula que fue ejecutada, que pudo haber sido vendida como esclava o intercambiada como moneda de negociación entre potencias. Ninguno es un final en positivo para la almeriense.

Aquello que sí menciona es que el almirante catalán, al romper las reglas del derecho del mar y al no respetar los designios de Castilla, provocó una guerra entre el soberano castellano, Pedro I 'El Cruel', y el rey de Aragón, Pedro IV, del que era súbdito Perellós, ya que curiosamente el conflicto comenzó en 1356. Como consecuencia de la Guerra de los Dos Pedros, la toma de Almería se retrasó hasta 1489, cuando los Reyes Católicos rindieron por fin la plaza.

Navegar a contracorriente

La historia de Malika Fadel ben Salvador, si bien no es cierta, es el reflejo de muchas otras que sí lo fueron; una prueba de que las mujeres han estado presentes en todos los ámbitos de la historia, incluso en aquellos que tradicionalmente se han asociado con los hombres. Como capitana corsaria, Malika desafió las normas de su tiempo y se labró su propio destino en un mundo dominado por el poder, la guerra y, especialmente, por el género masculino.

Encuentro entre Grace O’Malley y la Reina Isabel I de Inglaterra, un ejemplo de otra mujer pirata en el pasado.

Encuentro entre Grace O’Malley y la Reina Isabel I de Inglaterra, un ejemplo de otra mujer pirata en el pasado.Wikimedia Commons

Su historia se une a la de otras mujeres almerienses que rompieron moldes en diferentes campos. Carmen de Burgos luchó por la igualdad de derechos y el sufragio femenino, Doña Pakyta defendió la conservación del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, Celia Viñas iluminó la cultura de la posguerra con su poesía, Fidela Campiña conquistó los escenarios operísticos internacionales y Encarna Sánchez revolucionó la radio en España. Solo son algunos de los tantos nombres que cambiaron el rumbo de la historia, cada uno a su manera.

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