Antes de que el balón echara a rodar en el Mediterráneo era de sobra conocida la condición de pistolero del Muñiz Ruiz, árbitro designado para dirigir el decisivo choque entre el Almería y el Rayo Vallecano. Al término del encuentro ocho jugadores resultaron amonestados y uno, el local Ivanildo, expulsado por doble amarilla en el minuto 70 de juego.
Un número excesivo de sanciones disciplinarias para lo que hubo, pero en las que el colegiado mantuvo un criterio igual a la hora de castigar a una y otra escuadra. Donde Muñiz Ruiz no acertó fue en su decisión de expulsar a Ivanildo.

Con el reglamento en la mano y bajo el prisma más desfavorable para los intereses rojiblancos el trencilla pontevedrés pudo ver que el central portugués golpeaba con el brazo el cuello de su rival. El contacto llega por la diferencia de altura entre los contendientes. Expulsar por esa acción, a todas luces insuficiente para dejar a un equipo en inferioridad, no otorga buena nota a Muñiz.

La historia

Se confirma el carácter de gafe de Muñiz para el Almería que ha perdido los tres partidos que le ha pitado. En esta ocasión José Gomes tardó menos que en otros partidos en hacer los cambios, el desarollo del juego los pedía a gritos. Pero en lo que no hubo novedades fue en los hombres a sustituir, los tres jugadores que actuaban por detrás de Sadiq. Una constante que se repite a lo largo del curso y que demuestra la ineficacia del dibujo del técnico.

El rendimiento de Brian en Málaga no le daba crédito para entrar, pero Carvalho y, sobre todo Villalba, si mejoraron el rendimiento del equipo jugando por el centro.
Tras la expulsión de Ivanildo entró Cuenca en el puesto de Samú, un salida que no sentó nada bien al sacrificado medio centro luso, que protagonizó un enfrentamiento con alguien del banquillo al abandonar el terreno de juego. Incomprensiblemente a  falta de sólo tres minutos Villar entró por Sadiq.