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Lengua de signos, accesibilidad y derechos: la inclusión pendiente en Almería

En la Semana y el Día Internacional de las Personas Sordas, la provincia almeriense alza la voz a través de familias, asociaciones y colegios

Una de las actividades del Colegio Rosa Relaño, en Almería

Una de las actividades del Colegio Rosa Relaño, en AlmeríaRosa Relaño

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En una casa de la provincia, una madre observa a sus hijas crecer entre silencios y gestos. Lo que para otros eran barreras, para ellas se convirtió en un idioma propio, en una forma distinta de nombrar la vida. Esa madre es Eva Gil, hoy presidenta de ASPASA (Asociación de Padres y Amigos de Sordos de Almería). Sus hijas, de 26 y 19 años, son el ejemplo de que la sordera no detiene los sueños: una ha aprobado unas oposiciones en Sevilla y la otra avanza en la universidad. Su historia refleja el camino de muchas familias: del desconcierto inicial a la certeza de que no es un límite, sino otra manera de habitar el mundo.

Historias como la de Eva dan sentido a una conmemoración que trasciende fronteras. Cada año, en la última semana de septiembre, se celebra la Semana Internacional de las Personas Sordas, que culmina el domingo con el Día Internacional. Una cita que invita a mirar más allá del silencio y dar visibilidad a una realidad muchas veces ignorada: la sordera como discapacidad invisible. Una semana para recordar que la accesibilidad en la comunicación —en la escuela, en el trabajo, en la sanidad o en lo más cotidiano— no es un favor, sino un derecho.

Para las familias y asociaciones, es una oportunidad de sensibilizar a la sociedad sobre barreras que suelen pasar inadvertidas. Eva lo resume con claridad para LA VOZ: “En un centro de salud, en el trabajo o en un acto público. La accesibilidad no es un lujo, es un derecho básico”.

Vivir con una discapacidad invisible

La sordera es, en términos médicos, una pérdida de audición total o parcial. Puede presentarse desde el nacimiento o adquirirse a lo largo de la vida por distintas causas: factores genéticos, enfermedades, traumatismos o exposición prolongada al ruido. Según recuerdan desde el servicio de Otorrinolaringología de Vithas, con sede en Almería, la pérdida auditiva puede diagnosticarse con diversas pruebas clínicas y abordarse con tratamientos personalizados.

En España, 1.233.400 personas viven con una discapacidad auditiva, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística. En la provincia de Almería, según datos del Ayuntamiento, son más de 3.400 quienes conviven con esta realidad. Una condición que no deja huella visible, pero que condiciona la vida cotidiana: desde una llamada que no se escucha en urgencias hasta una reunión de vecinos sin intérprete, las barreras se multiplican en silencio.

Implante coclear

Implante coclearFotografía cedida a LA VOZ

Detrás de esas cifras hay historias concretas y casi siempre aparece un mismo denominador común: las familias. Son ellas quienes primero enfrentan el impacto del diagnóstico, la incertidumbre y la búsqueda de recursos. Y también quienes, paso a paso, convierten la preocupación en acción.

La presidenta de ASPASA, como madre de dos jóvenes con discapacidad auditiva, resume así su manera de afrontarlo: “No me preocupo, me ocupo”. Una frase que se ha convertido en motor para muchas familias, recordando que con apoyos, comunidad y recursos, la sordera es un modo diferente de habitar el mundo

La educación, clave para la igualdad

La escuela es el primer gran escenario donde se pone a prueba la inclusión. En Almería, en el barrio de Nueva Andalucía, el Centro Específico de Educación Especial de Apoyo a la Integración de Sordos Rosa Relaño lleva más de dos décadas demostrando que la educación en igualdad es posible cuando la enseñanza se adapta a cada alumno y se ponen a su disposición los recursos adecuados.

Allí se trabaja con un modelo bilingüe que combina lengua oral y lengua de signos, atendiendo a la diversidad de cada estudiante, porque no todas las pérdidas auditivas son iguales ni afectan del mismo modo al aprendizaje. “La diversidad enriquece. Nuestros niños y niñas aprenden juntos desde el respeto, y la lengua de signos se convierte en un puente, no en una frontera”, explica su directora, Remedios Granero a LA VOZ. La tecnología también juega un papel fundamental: sistemas de FM, bucles magnéticos en las aulas o pizarras digitales ayudan a que la comunicación sea más clara y accesible.

La integración con los demás colegios, como el CEIP Freinet, es otro de los pilares. Allí, alumnado oyente y con discapacidad auditiva comparten recreos, proyectos y actividades deportivas, aprendiendo que la diferencia no separa, sino que suma. “La educación inclusiva no significa solo estar en la misma clase, sino participar en igualdad. Y eso solo es posible con accesibilidad, recursos y voluntad”, subraya Granero. Un recordatorio de que la escuela no solo forma en conocimientos, sino en ciudadanía.

El movimiento asociativo: más de 40 años de lucha

El camino hacia la inclusión en Almería no se entiende sin el trabajo del movimiento asociativo. ASOAL (Asociación Provincial de Personas Sordas) nació en 1980 con una misión clara: representar, defender y dar voz a las personas sordas y a sus familias. Cuatro décadas después, sigue siendo un referente provincial, con más de un centenar de socios y socias y una labor que va mucho más allá de sus afiliados.

La asociación acompaña a quienes acaban de recibir un diagnóstico, orienta a familias que buscan apoyo y abre sus puertas a cualquier persona interesada en aprender lengua de signos. También impulsa programas de formación y empleo, promueve la accesibilidad a la información y organiza actividades culturales, deportivas y de sensibilización que ayudan a visibilizar a toda la comunidad.

Su presidenta, Samira Israfilova, lo resume en una idea que condensa la esencia de la asociación: “La sordera es una discapacidad invisible y necesitamos que la sociedad reconozca nuestras barreras. La lengua de signos no es solo comunicación: es cultura e identidad”. Con esa convicción, ASOAL trabaja cada día para que las administraciones, las empresas y la ciudadanía asuman la inclusión como un compromiso colectivo, y no como una excepción.

Avances y desafíos pendientes

En los últimos años, en la provincia se han dado pasos significativos hacia la inclusión. Uno de los más recientes es el convenio firmado por el Ayuntamiento de Almería con la Fundación Andaluza de Accesibilidad y Personas Sordas esta misma semana, que ha puesto en marcha un servicio de videointerpretación en lengua de signos. Con esta herramienta, cualquier persona con discapacidad auditiva puede comunicarse en trámites municipales y en gestiones cotidianas en bancos, comercios o restaurantes con solo una videollamada a un intérprete. Una medida que marca un avance en autonomía y participación social.

Pero las barreras siguen presentes. Faltan intérpretes de lengua de signos en actos públicos, la formación en los centros ordinarios es aún escasa y la accesibilidad en ámbitos como la sanidad o la justicia continúa siendo irregular. “No basta con implantes o audífonos: en Almería hace falta concienciación y apoyos visuales”, recuerda Eva Gil. Su advertencia resume el sentir del colectivo: los avances son reales, pero todavía insuficientes para garantizar la igualdad plena.

A esa denuncia se suma la de Samira Israfilov, que insiste en que la provincia aún tiene deberes pendientes: “Con un intérprete puedes participar en una reunión de vecinos o en un juicio; sin él, quedas fuera. Esa es la diferencia entre tener derechos en la práctica o solo sobre el papel”.

Actividad en el colegio Rosa Relaño

Actividad en el colegio Rosa RelañoFotografía cedida a LA VOZ

Un mensaje para la sociedad

Escuchar no es solo oír. Escuchar es comprender, es dar espacio, es reconocer al otro. La lengua de signos, las manos que hablan y los ojos que entienden nos recuerdan que hay muchas formas de comunicarse y todas son igual de valiosas. La inclusión no consiste en invitar a entrar, sino en abrir de verdad las puertas: en la escuela, en el trabajo, en la cultura, en la vida cotidiana.

Las personas sordas no piden compasión, exigen derechos. Su voz —a veces hecha de palabras, a veces de signos— es también la voz de una ciudadanía que quiere participar en igualdad. Y nos corresponde a todos escucharla, atenderla y hacerla nuestra. Porque la verdadera inclusión no se mide en leyes ni en estadísticas: se mide en gestos diarios, en barreras que caen, en oportunidades que se abren. Solo entonces podremos decir que vivimos en una sociedad plenamente accesible.

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