"Volveremos": la promesa de una médica almeriense tras su primera misión en África
La cirujana trabajaba alrededor de doce horas al día en conjunto con el resto de profesionales que participaron en la acción solidaria

La almeriense María del Mar Rico, cirujana general y del aparato digestivo en el Hospital Universitario Torrecárdenas.
Tenía los ojos abiertos. En plena operación de apendicitis, el paciente no estaba del todo dormido. Miraba fijamente a la cirujana almeriense mientras que esta lo intervenía en un quirófano que apenas tenía recursos. Le había suministrado anestesia raquídea; no quedaba general. Aun así, la intervención fue un éxito, como muchas otras que se han llevado a cabo en el hospital de Canchungo, donde este julio se ha completado una nueva misión médica solidaria de mano de la ONG Sara Allut Plata.
La doctora María del Mar Rico, cirujana general y del aparato digestivo en el Hospital Universitario Torrecárdenas, se ha sumado al equipo de profesionales sanitarios que viajan cada verano a África para ofrecer asistencia médica. En esta ocasión, el destino fue Guinea-Bisáu, donde trabajó sin descanso durante dos semanas junto a más de una veintena de compañeros, todos bajo la coordinación del neurocirujano almeriense Antonio Huete.
Aquello que mereció la pena
"Allí todo lo que llevas, hasta el conocimiento, es un regalo", cuenta Rico, que destaca la gratitud con la que los pacientes y el personal local recibían cada cura y enseñanza: "Me preguntaban cuánto costaba el tratamiento. Sus caras de alivio cuando les decíamos que era gratis hacían que todo mereciese la pena", recuerda.
Durante su estancia, el equipo médico no solo atendió partos, urgencias y cirugías, sino que también compartió conocimientos con los profesionales del hospital, con quienes aún hoy siguen en contacto tras la misión. "El último día hicimos un briefing para repasar todo lo que habíamos aprendido juntos y la valoración fue muy positiva", explica la doctora, convencida de que el impacto de la misión va más allá de lo asistencial.

María del Mar Rico habla con un sanitario local, en Canchungo.
Si bien las sensaciones finales eran satisfactorias, también es cierto que sus jornadas eran auténticamente maratonianas, tanto en las consultas médicas como en los quirófanos. Aunque en su especialidad el volumen de pacientes era algo menor -en torno a 35 o 40 personas entre la mañana y la tarde-, algunos de sus compañeros llegaban a atender a más de 60, e, incluso, 70 pacientes por turno. Un ritmo de trabajo intenso que se repetía día tras día.
Más de 80 intervenciones quirúrgicas en dos semanas, tras jornadas de casi doce horas diarias y después de asistir a decenas de urgencias, partos, infecciones y cesáreas, los almerienses pueden afirmar orgullosos de que han dejado huella. Y es que mientras atendían las urgencias médicas más urgentes, el equipo también dedicaba tiempo a formar al personal local en prácticas básicas como la organización del quirófano, la administración de antibióticos o los protocolos de asepsia y antisepsia.
"No solo íbamos curando, también explicábamos cada paso: cómo mantener limpio un campo quirúrgico, cuándo administrar un antibiótico, cómo preparar una intervención...", detalla María del Mar Rico. "Una herida no se infecta si se hace en un medio limpio. Con pequeños cambios conseguimos reducir el uso de antibióticos de forma radical", añadió. De esta forma, médicos y enfermeros del hospital de Canchungo aprendieron a utilizar ecógrafos, a manejar técnicas quirúrgicas sencillas y a gestionar los recursos disponibles.
Pese a los esfuerzos, las carencias seguían siendo muchas. "Faltaban cosas tan básicas como anestesia", reconoce la cirujana. Sin embargo y a pesar de las complicaciones, el equipo logró dejar habilitado un quirófano funcional, preparado para que el personal local pueda continuar realizando intervenciones tras su marcha.

María del Mar Rico durante una de las intervenciones quirúrgicas en Canchungo.
Para reforzar esa autonomía, también les han enviado manuales en formato digital, tanto en portugués como en español, con el fin de consolidar los conocimientos compartidos durante las dos semanas de trabajo conjunto. "Hoy nos escriben por correo para preguntarnos sus dudas. Saben que no están solos".
Aquel ingente esfuerzo cristalizó la última noche en una escena que emocionó profundamente al equipo: "Uno de los médicos fue capaz de diagnosticar un embarazo ectópico a través de una ecografía. Eso fue lo que nos demostró que sí había valido la pena. Que la misión había funcionado", afirma con rotundidad la sanitaria.
Lo justo sería volver
María del Mar Rico vivió su primera misión como un antes y un después. El impacto del choque cultural -"había pacientes que tenían que obtener el visto bueno de los maridos para poder ser intervenidas"-, la precariedad de medios y la fortaleza con la que la población local afronta el día a día la dejaron profundamente impresionada. "Te das cuenta de que con muy poco puedes hacer mucho", reflexiona.

Foto grupal del equipo enviado a Guinea-Bisáu.
Más allá de la labor médica, Rico habla de un sentimiento de responsabilidad con lo que se deja atrás, con las personas y con el camino iniciado. "No tienes por qué cambiar el mundo entero, pero sí puedes cambiar el de una persona cada vez", afirma. Se queda, además, con la entrega del equipo humano que la acompañó y con la certeza de que el esfuerzo colectivo deja una huella real.
Por eso, María del Mar Rico confía en que el año que viene puedan volver al mismo lugar. El vínculo creado con el hospital y el conocimiento ya compartido justifican, más que nunca, la continuidad del proyecto. "Sería justo volver. Ellos solo necesitan un poco más de tiempo para volar solos", afirma. Está convencida de que con una o dos misiones más, el equipo local podrá trabajar con plena autonomía. "Ya conocemos sus necesidades. Ahora toca consolidar lo que empezamos", concluye.