Durante los periodos vacacionales, sobre todo el veraniego, miles de animales se quedan sin vacaciones, y sin casa, a causa de la poca concienciación que tienen sus dueños con respecto al cuidado y la responsabilidad que supone tener un animal. Con motivo de estas acciones de abandono han surgido, necesariamente, las casas de acogida. Una de las asociaciones encargadas de gestionar varias de estas casas es ANUA (Animales Nunca Abandonados), con sede en Aguadulce. Según Alejandra Martos, una de las tres gerentes de la asociación, las casas de acogida juegan un papel muy importante, “no solo les ayuda en su recuperación y les da un hogar hasta que encuentren una familia, sino que también los educa y salvan una vida”.
Según la responsable de Anua, estas casas deben comprender desde el primer momento que el trato que le den durante el tiempo que estén con ellos “es primordial” y su principal objetivo es que el animal sea capaz de adaptarse
a un nuevo hogar. Muchas de estas casas suelen quedarse con el animal, ya que ellos tienen preferencia sobre cualquier adoptante que lo solicite. Cuando esto no es así, desde Anua consideran que “si tienen que separarse
del animal que han estado cuidando, deben pensar que ese sitio puede ocuparlo otro necesitado”.
Asociación ANUA Esta organización, consolidada oficialmente desde hace un año, tiene a día de hoy 35 perros repartidos entre casas de acogida, sus propias casas y residencias caninas. Durante la estancia de los animales en
alguna casa de acogida, la asociación se hace cargo de todos los gastos que pueda acarrear, desde la manutención hasta los gastos veterinarios y la gasolina en caso de que deban desplazarse.
En ocasiones, comenta Alejandra Martos, les han llegado animales que han necesitado una intervención quirúrgica, esos costes clínicos corren a cargo de la asociación, haciendo que “las deudas veterinarias sean enormes”.
Entre las vacunas, el chip y la esterilización, el precio de una adopción rondaría los 200 euros, pero desde Anua reconocen que “como están las cosas no se le puede cobrar a un adoptante ese dinero”, por lo que al final suelen tener pérdidas. “La gente no está concienciada sobre qué es ser casa de acogida y a veces tienen miedo de encariñarse con el animal”, sentencia Martos.