"Los peces pueden parecer débiles, pero tienen una gran capacidad de adaptación”
Licenciado en Ciencias del Mar, Daniel Marcos lleva ligado al acuario de Roquetas desde su inauguración en 2006

Daniel alimentando peces en uno de los tanques del acuario.
Daniel Marcos lleva 19 años trabajando con los peces en el acuario de Roquetas de Mar (Aquarium Costa de Almería). Se licenció en Ciencias del Mar y dio sus primeros pasos en Benalmádena y Valencia, pero cuando comenzó a gestarse una oportunidad en su tierra no se lo pensó dos veces.
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¿Cómo de laborioso es el trabajo en un sitio así?
Es un trabajo de 365 días al año; hay días que no abrimos, pero los peces tienen que comer igualmente. Comenzamos el día revisando las zonas técnicas: los filtros, los niveles, las máquinas... y una vez terminamos pasamos a los peces. Para limpiar, por ejemplo, los tanques más grandes, entramos con el traje de neopreno y nos ponemos a cepillar y remover el fondo. Es lo mismo que el acuario de una casa pero a gran escala.
¿Y tiene usted acuario en casa o ya tiene bastante con los de aquí?
Siempre he tenido acuario. He tenido tropicales, mediterráneos, de agua fría, de agua dulce... Pero es cierto que, cuando tienes familia, ya te quita mucho tiempo. Requiere 4 o 5 horas a la semana para tenerlo en buenas condiciones. Pero nunca descarto volver a ponerlo.
¿Cómo es el trato con los peces respecto a otros animales?
Los procesos cognitivos de los peces son distintos a los de los mamíferos. Un perro o una vaca te reconoce, pero los peces no tienen esos procesos mentales. El tiburón, por ejemplo, ve una cosa negra que interacciona con su hábitat, pero no sabe si es Juan o Manolo.
¿Qué es lo que más le llama la atención de ellos?
A mí me sorprende mucho la capacidad de adaptación que tienen. Son animales que pueden parecer débiles y poca cosa evolutivamente hablando, pero tienen una capacidad de adaptación grandísima. Hay peces que llevan aquí desde el principio y muchos llevaban tiempo en otros lugares, por lo que pueden tener 25 o 30 años fácilmente.
¿Se le llega a coger cariño a unos animales con una interacción tan mínima?
A algunos incluso les ponemos nombre, a los más característicos. Tuvimos a Julieta, un tiburón hembra, ahora tenemos a Romero... También está el pulpo Ricardo o Juan, la tortuga, que tiene una historia muy particular. Los peces guitarra, por ejemplo, diría que son mis favoritos. Vinieron muy pequeños y han crecido con nosotros, se les puede dar de comer con las manos y se dejan acariciar. En concreto, están en peligro de extinción y aquí les tenemos protegidos, les tenemos mucho cariño.
Usted, que está especializado en peces del Mediterráneo, ¿qué hace cuando le llega uno que no tienen controlado?
Nosotros funcionamos muy bien a nivel comunitario. Cuando tengo un problema siempre tengo a mis 4 o 5 amigos en otros acuarios a los que puedo llamar sin problema para que me orienten un poco, o siempre habrá algún conocido en otra parte del mundo para guiarte. En los acuarios no hay competencia, nos comunicamos muy bien y siempre tratamos de ayudarnos entre todos.
¿Todos los peces que llegan son buscados o también hay gente que se los ofrece?
Al tener comunicación entre los acuarios, suele pasar que alguien tiene excedente de algún tipo de pez y pregunta por si hay interesados. Por ejemplo, trajimos caballitos de mar hace poco desde Valencia, lo mismo con los ajolotes de madrid. De igual forma, de vez en cuando nos llega un animal de alguien que lo compró en su momento y no sabía qué hacer con él.
A día de hoy hay gente que no ve los acuarios con buenos ojos...
Los acuarios tienen una función de investigación, conservación y educación, fundamentales para la protección del ecosistema marino. Por otra parte, entiendo las dudas que hay con los delfines, pero a mí los peces no me generan ningún tipo de dilema moral. Están bien cuidados y no tienen esa percepción de encierro que tienen otros animales.
¿Qué piensa cuando pasa por uno de los tanques y se para a observar?
Nos obligamos a sentarnos y observar los acuarios. Ya conocemos a los animales, sabemos si uno anda mal o está más delgado de lo normal... aunque a veces no tengo ni cinco segundos para pararme. Para mí es una maravilla venir aquí a primera hora, cuando está entrando el sol por las ventanas y tenemos la luz natural. Te sientas aquí, no hay ruido, no hay visitantes... para mí es un momento muy especial.
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