La Voz de Almeria

Roquetas de Mar

Casilda: la ama de casa almeriense que amasó una fortuna vendiendo tornillos, cerraduras y maquillaje

46 años como fundadora y pionera al frente de la ferretería Flores en Roquetas

Casilda Flores frente a su negocio en Roquetas de Mar.

Casilda Flores frente a su negocio en Roquetas de Mar.Melanie Lupiañez

Melanie Lupiáñez
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En el corazón de Roquetas de Mar a escasos metros de la iglesia se encuentra la ferretería Flores, una institución desde 1980, llegó a ser llamado el pequeño Corte Inglés por sus clientes. Porque allí podías comprar desde un tornillo rosca chapa, a un paellero, pasando por una nevera de playa o unas bragas. En aquellos años Casilda Flores, su fundadora, aburrida de ser ama de casa le sugirió a su marido, Pepe Gómez, abrir un negocio. Todo empezó en apenas 50 metros cuadrados de local con una calculadora de mostrador y un cuaderno para apuntar lo que le pedían los clientes enriqueciendo así el inventario.

“Soy católica, pero los diez primeros años de apertura del negocio no fui a misa. Todo era trabajar”, dice Casilda. Todavía pasea por los más de 500 metros de exposición de la tienda como si fuera su casa. El pasado lunes, durante el apagón, volvió a ponerse detrás del mostrador para echar una mano porque no daban a basto. A sus 79 años recuerda cómo manejar el programa del ordenador y siempre ha tenido un truco infalible; dejar que el cliente pase y eche un ojo para que encuentre el artículo.

¿Cómo fue el comienzo?

Muy humilde. Teníamos pocos clientes, mi hijo pequeño de 14 meses estaba conmigo en el mostrador. Al negocio le poníamos dinero, porque mi marido, ganaba un buen sueldo trabajando en Cajamar. Con los años él se reía porque no imaginaba que su mujer ganaría más dinero que él. Los representantes llegaban al negocio y preguntaban por el señor Flores, pero era la señora Flores. Nos gustaba mucho trabajar, teníamos la casa arriba de la ferretería y él se pasaba toda la tarde en el hueco de las escaleras haciendo cuentas mientras yo atendía a la gente.

¿Se veía raro una mujer detrás del mostrador en aquellos tiempos?

A mí me han respetado siempre y, además, yo me siento muy querida y acompañada por mi pueblo. Y no tenía idea de ferretería, aprendí escuchando a los clientes.

¿Cómo fue ese cambio de vida de ama de casa a comerciante?

Me encantaba. Siempre me ha gustado el trato con el público. Ser amable, escuchar, preocuparte de verdad por la gente. Yo lo hacía de corazón. Y la gente lo notaba. Me lo han agradecido siempre. Al principio era muy tímida y me costaba decir que no, dejaba que la gente se llevara las cosas fiadas y luego nunca volvían, hasta que un día mi marido rompió el cuaderno de fiar. Entonces le decía a la gente que tenía órdenes de arriba y no se fiaba más.

¿Y cómo lo compaginaba con los niños?

Al principio los llevaba conmigo. Más adelante contratamos a una mujer que nos ayudara con los niños y la casa. Pero no paraba, cuando cerraba la tienda atendía a los representantes y preparaba la comida para todos, terminaba con las piernas que no las podía mover a las una o las dos de la mañana y me levantaba a las siete. Así sigo, soy una mujer muy activa, voy a gimnasia, a baile, salgo de viaje y conduzco.

¿Cuántos empleados llegaron a tener?

Siempre tuvimos seis o siete personas. Más adelante se incorporó mi nuera, y mis hijos también fueron participando. Es un negocio muy familiar de tres generaciones a día de hoy. Cuando abrimos mi hijo mayor tenía 13 años y estaba con nosotros montando estanterías y pendiente a la tienda. Con el paso de los años cada uno de mis tres hijos ha seguido con el negocio, pero cada uno tiene su ferretería y se dedican a otras cosas como las instalaciones de gas, placas solares, sistemas eléctricos, etc.

Los empleados siempre son el quebradero de cabeza de los empresarios ¿fue así para usted?

Pues a veces sí, hemos tenido de todo, gente que no rendía, o que robaba, pero la mayoría de las veces ha ido bien. Hay una chica que empezó a trabajar conmigo cuando tenía 18 años y treinta años después sigue en la ferretería, toda su vida laboral con nosotros.

¿Cuál considera que fue la clave del éxito?

Amar lo que haces y cuidar a los clientes. Tratar a todo el mundo con respeto, con cariño. Yo siempre les decía a mis empleadas que lo primero era el público. Todo lo demás era secundario.

¿Qué mensaje quiere dejar a sus clientes de toda la vida?

Que les estoy profundamente agradecida. Me han hecho sentir muy querida. Gracias a ellos, la tienda creció y sigue en pie. Todo lo que sembré con cariño, lo he recogido con creces. Y eso no tiene precio.

Casilda Flores, figura entre los roqueteros, siempre coqueta y a la última. Ella nació en la venta de Vitorino, Aguadulce. Conoció a Pepe en un baile y primeramente vivieron en una casa de parcela. Él trabajó en el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA) proveyendo de agua a la incipiente agricultura, mientas el pueblo crecía como la espuma hasta aumentar por 10 su población en nuestros días. Casi medio siglo y cuatro generaciones que han pasado por la ferretería, hoy recoge el testigo, el más pequeño, el biznieto de Casilda.

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