The Times visita Almería durante el verano y se enamora: “Cabo de Gata es la joya de la corona”
Una reportera del medio británico narra su visita a algunos de los lugares más icónicos de la provincia

El "salvaje paisaje semidesértico del Cabo de Gata" se extiende hasta la costa.
Sue Bryant llegó a Almería con su pareja gracias a Lorca. La pluma del granadino implantó en su seno un latido que le acompañó durante años: quería ver el lugar donde se cometió “un auténtico crimen pasional”, y tenía el Cortijo del Fraile marcado en el mapa. Por ello, ambos emprendieron un viaje hacia Almería que les terminó llevando durante el verano a recorrer varios de los enclaves más característicos de la provincia, y tal fue la experiencia que se sintieron “desolados” al llegar el momento de regresar a casa.
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“El viento caliente levantaba polvo mientras observaba a través de una valla de alambre la fantasmal estructura del Cortijo del Fraile. Hace un siglo, olivos y vides crecían en este valle ahora árido, con cerdos husmeando en la tierra. Hoy solo queda un solitario bosque de eucaliptos, tierra rojiza y rocas desnudas. Mi esposo, David, y yo estábamos completamente solos. A la escena solo le faltaba una bola de plantas rodantes rodando”, arranca el artículo.
Tierra de cine
Incontables han sido quienes se han interesado por el lugar en estos cien años. Entre ellos, uno de los mayores emblemas del celuloide que han pisado la provincia: “La belleza desoladora y trágica del cortijo, ahora en ruinas, también llamó la atención de otros: el director Sergio Leone ambientó aquí escenas para el spaghetti western Por unos dólares más de 1965 y El bueno, el feo y el malo de 1968. Un cartel descolorido exhibe con orgullo imágenes de Clint Eastwood y Leone durante el rodaje”. La reportera recomienda el MiniHollywood Oasys, pero, como visita, lo tiene muy claro: “Cabo de Gata es la joya de la corona”.
Cuenta Sue que la búsqueda de lugares protagonistas de la gran pantalla se acabó convirtiendo “en un tema recurrente en nuestra miniaventura en este lugar mágico que a lo largo de las décadas ha capturado la imaginación de artistas, cineastas, hippies y conservacionistas”. Por ello, la pareja se adentró en el Cabo de Gata, vistió el legendario plató natural El Albaricoque, cambió de siglo en las minas de Rodalquilar y se terminó enamorando de la Playa de Mónsul.
“En Playa de Mónsul, grandes lenguas de lava se adentran en el mar, con sus bases esculpidas por el viento y las olas formando cuevas y extrañas formas similares a hongos. Saltamos por la brillante arena gris como si fuéramos Keystone Cops, con los pies ardiendo, y buceamos con esnórquel sobre las rocas, admirando lábridos turquesas iridiscentes que parecían del Caribe, no del Mediterráneo”, narra Sue.

Cortijo del Fraile.
“El mar de plástico es perturbador”
Peor impresión se llevaron los turistas del mar de plástico, que vieron como “una franja de invernaderos blancos y destartalados más grande que la isla de Malta; tan enorme, de hecho, que es visible desde el espacio. Es surrealista y profundamente perturbador. Muchas de las berenjenas, calabacines, tomates y melones que comemos en el Reino Unido se habrán cultivado aquí. Pero esa es otra historia”. Sin embargo, poco les duró la mala impresión cuando “los invernaderos dieron paso abruptamente a relucientes salinas salpicadas de flamencos”: “Cruzamos el límite invisible del parque, conduciendo tres kilómetros por la Playa de las Amoladeras, de un dorado pálido y casi desierta, donde barcos pesqueros de brillantes colores se encontraban varado en la arena. Un conjunto de pequeños pueblos bordeaba la carretera, con montañas de sal apiladas tras ellos”.
Historia de Almería
El reportaje navega entre playas de ensueño y parajes polvorientos repasando la historia de la provincia, y, tras relatar su visita al Faro de Cabo de Gata, la reportera acerca la historia de uno de los iconos almerienses a los lectores del medio británico. “Este lugar prístino podría haber terminado siendo una costa más sobreexplotada de no haber sido por Francisca Díaz Torres, alias Doña Pakyta, una ambientalista pionera. Poseía 3.200 hectáreas en los alrededores del pueblo costero de San José y, en la década de 1960, observó consternada cómo la costa andaluza se veía afectada por el turismo de masas”, escribe, y añade: “Se negó a que se construyera en sus terrenos y permitió el pleno acceso público a sus playas, renovó edificios antiguos y promovió la agricultura ecológica. Falleció en 2014 a los 103 años”.

Playa de Mónsul
El retrato finaliza con una reflexión tras un viaje que parece muy posible que repitan: “David y yo nos sentimos desolados al llegar el momento de volver a la civilización, y muy agradecidos de que este mágico lugar no haya sido consumido por hoteles de mala muerte o, peor aún, por el mar de plástico. Podría haber sucedido fácilmente. Si Doña Pakyta viviera hoy, estaría orgullosa”.