La Voz de Almeria

Adra

Don Federico Utrera Cuenca, el médico

El recuerdo de un médico ejemplar cuyo compromiso, humanidad y entrega marcaron a generaciones de abderitanos

Don Federico Utrera atendiendo a un pequeño paciente/. Colección: Victoria Cuenca.

Don Federico Utrera atendiendo a un pequeño paciente/. Colección: Victoria Cuenca.La Voz

Pepe Cazorla
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El médico Don Federico gozaba de cierta estima por su inagotable servicio al municipio. Verle subido en su moto resaltaba la educación, el cariño y el respeto que sus pacientes o no, le profesaban hacía aquella figura. A muchos les vendrá a la cabeza y asistirán con ella, que Don Federico, era garantía de que su salud, el bien más preciado, estaba en las mejores manos. Pertenecía a una estirpe de personas ilustradas. 

Su dedicación, iba más allá de lo que se espera de un médico. Era una persona muy especial, alguien que ha dejado una huella imborrable en nuestras vidas y por la que los abderitanos, le debemos honrar con su nombre y apellidos a una de nuestras calles o plazas. Atendía a pacientes diversos en domicilios sin importarle su clase o status social, sí éstos, no podían desplazarse, dando prioridad a los pacientes más ancianos. También se ocupaba de cualquier accidente o emergencia.

Don Federico era más que un médico. Formaba parte del patrimonio cultural y su figura era muy respetada en el entorno ya que ejercía de doctor, psicólogo y confesor. Me contaba mi madre que cuando yo tenía unos 6 o 7 años me atrapó una fiebre tan alta que estuve más para allá que para acá. 

Durante todo ese tiempo me recordaba muchísimas veces que gracias a Don Federico Utrera está uno vivo cuando de primeras supo dar con el remedio y me inyectó por primera vez la penicilina. Aquella consulta tenía un armario acristalado con un termómetro, el fonendo, y la caja metálica en la que se hervían con agua calentada mediante llama de alcohol, algún bisturí y tijeras, poco más. 

Tengo algunos vagos recuerdos de aquellos días, como cuando mi madre me desnudó de arriba abajo en aquella consulta cuya camilla metálica estaba más fría que en el pasillo de los yogures y que junto a ella había una ventana grande que daba a la calle Natalio Rivas, justo, al frente del ‘Bar Alfonso’. 

Aquella rápida e incontestable intervención me hizo bajar la fiebre y ver aquella moto color blanco que llevaba el doctor en sus días de visitas domiciliarias. Aquel médico, que aún hoy y para muchos que pasamos y pasaron por sus manos, era uno de los más grandes sanadores.

Como médico de cabecera pasaba consulta en sus últimos años de vida en los bajos de la Cofradía de Pescadores. Muchos pacientes pasaron por allí a expensas que Don Federico les encontrará el remedio a sus males Tiempo después, a mucha gente de la mar nos fue asignado otro gran médico, Don José Martín Rodríguez.

Un médico a latido de corazón

En 1919 aprobaba con toda brillantez las asignaturas del sexto año del Bachillerato, don Federico Utrera Cuenca, apunta la Crónica Meridional del 18 de junio. El periodista Francisco Gutiérrez Latorre, en su célebre libro ‘Vida y Obra del compositor Ángel Ortiz de Villajos, apunta, que Villajos fue introductor del charlestón en España en el primer cuarto del siglo XX, “acontecimiento que de forma casual” tuvo lugar en 1925. 

Y es que D. Federico, navegaba por entonces en calidad de inspector-delegado de la Sanidad Exterior en los transatlánticos en que los españoles emigraban a los países americanos. Por entonces, Don Federico Utrera, descubrió que se bailaba un nuevo ritmo de moda que causaba furor entre los jóvenes de Estados Unidos. 

Ello dio lugar a que el joven médico abderitano de regreso, se lo transmitieran a su amigo y compositor como eran aquellos ritmos y movimientos del charlestón, que casi en forma de pandemia musical, era la novedad. Ángel Ortiz de Villajos, tomó nota y destacaría en temas musicales escribiendo composiciones de gran éxito como ‘Madre cómprame un negro’.

La carrera de Don Federico, le lleva a darse de alta en el Colegio Oficial de Médicos de Almería el 1/02/1934. A principios de ese año y en presencia de su propia madre, doña Ana Cuenca, viuda de Utrera, y su propio hijo, el médico tocólogo de Adra. D. Federico Utrera Cuenca, fue pedida la mano de la bella y simpática señorita Elisa Soler Salmerón, hija del político y alcalde abderitano, Antonio Soler Bayona. Entre los novios, apunta el ‘Diario de Almería’, y donde se cruzaron valiosos regalos habiéndose concertado la boda para muy en breve.

Durante la Guerra trabaja “completamente gratis” en el hospital de sangre de Adra, así lo apunta el 24 de octubre de 1936 el periódico ¡Adelante!, del Órgano de los Trabajadores: En su Apertura el día 14 del corriente mes quedaba abierto el Hospital de sangre que durante algún tiempo había sido la preocupación constante del Comité Local de Alianzas Revolucionarias. 

Los servicios en el referido centro el personal era el siguiente: director, José Vecino Martín; médicos, don Federico Utrera Cuenca, don Antonio Navarro Guillen y don Enrique Arance; practicantes, don Esteban Sierra Díaz, doña Elena Cervantes, doña Elvira Gutiérrez, doña Elena Galdeano, doña Isabel Olivencia y don Francisco Toledano, enfermeros, José Arqueros Arqueros, Enrique Pérez, Antonio López Fernández y Manuel Cravioto Medina; enfermeras, Francisca Amat Pérez, Cristina Antequera Vurda, Ana Barranco López, Purificación López, Martirio Vargas y María Salinas Gutiérrez.

Los gastos de instalación y los que hasta se venían suscitando para la atención de enfermos, los sufragaba en parte los propios vecinos de la localidad contribuyendo bien en especies o dinero con lo que cada uno buenamente podía, para el sostenimiento del mismo.

En resumen, en los días que llevaba el Hospital funcionando habían sido asistidos cuatro heridos y una parturienta; aquella, según parte facultativo había precisado de una operación bastante delicada.

De aquella carretera de Málaga a Almería en su paso por Adra en los primeros días de febrero de 1937, Federico Utrera Cuenca, fue uno de aquellos médicos que certificó el lamentable estado en que venían los refugiados. 

El deplorable estado físico en el que llegaron los refugiados queda constatado en el libro de urgencias del Hospital de Almería con "dolencias" en el tren inferior como consecuencia de las largas jornadas caminando, llagas con úlceras en piernas y pies, agotamiento físico pero también heridas de metralla por los ataques franquistas contra la población que se desplazaba por la carretera.

El médico abderitano, en 1945 fue candidato en las juntas comarcales del colegio médico como cargo de confianza. En 1952 es Inspector municipal de Sanidad de Adra. Don Federico Utrera fue muy querido por las gentes del pueblo, apunta el profesor Francisco Crespo, siempre dispuesto a atenderte, a desplazarse donde fuera necesario, primero en bicicleta, después en mosquito. 

Dejó su figura grabada en nuestras mentes subiendo al Bar ‘Gurugú’ situado en la cuesta empinada del Zacatín donde está el Colegio Pedro de Mena, para compartir un rato de tertulia y vino. Pertenecía Don Federico, al Ilustrísimo Colegio Oficial de Médicos de la Provincia de Almería con el número de colegiado 266. El médico Don Federico Utrera Cuenca, falleció el 21 de agosto de 1973 a la edad de 72 años.

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