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La restauración de un castillo belga, en manos de un ejidense

José Luis Bautista trabaja en la reconstrucción de este enigmático enclave situado en Amberes

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Imagínese un castillo abandonado en medio de un tenebroso bosque. Así es Hof Ter Beke, en la ciudad belga de Amberes. Un lugar perfecto para que cualquier director de renombre se anime a rodar una película de terror, no solo por el ambiente, sino por las historias y leyendas que de allí se cuentan. 
Cuando cae la noche, algunas personas aseguran haber visto a dos niños pequeños correteando entre los árboles. Sus risas no parecen de este mundo. Dicen que, si te los encuentras, querrán jugar contigo hasta la eternidad. También los han visto dentro del castillo, concretamente en la buardilla de la última planta. “Antes de que llegásemos los albañiles, desmontaron las escaleras que llevaban a esa habitación para que nadie pudiera subir. De hecho, vamos a reformar todo el castillo excepto eso”, cuenta José Luis Bautista, el verdadero protagonista de esta historia. Él, nacido y criado en Santa María del Águila, es uno de los obreros contratados para acometer las tareas de rehabilitación de este inmueble plagado de secretos.


Fantasmas “Hay unos vídeos donde se aprecian unas sombras por el bosque”. Y no solo ahí, también dentro del castillo se han captado imágenes similares. Varios grupos de investación paranormal han conseguido recoger psicofonías en algunas habitaciones, por lo que es normal que se cuente que el castillo está encantado. “Tiempo atrás, esto fue un centro para niños disminuidos y los lugareños nos han comentado que son frecuentes los sonidos que recuerdan al llanto de un niño y  una niña”. Allí se rodó la película ‘El Fuerte’, basada en la II Guerra Mundial, y los propios actores fueron testigos de esas extrañas presencias, relacionándolas con las atrocidades cometidas allí en distintas épocas. “Hay varios lugares que dan reparo, como los sótanos. Hace poco vino una empresa belga a sacar agua del lago y no quisieron entrar ahí, así que nosotros tampoco lo vamos a hacer”.


Bélgica ¿Cuántas casualidades se deben dar para que José Luis Bautista, de Santa María del Águila, acabe en Bélgica? Demasiadas.“Mi padre me llamó en agosto para hacer una reforma en La Aldeilla. Tenía que arreglar una cocina y unos baños a una mujer marroquí. A medida que pasaban los días de trabajo, tomé cierta amistad con ella y un día le pregunté por su acento, porque no parecía árabe”. Realmente era belga, ya que había pasado los últimos cinco años con sus hijas en Bruselas. Medio en broma, medio en serio, José Luis le dijo que le encantaría trabajar en ese país. Su contestación le animó mucho: “Me dijo que para un albañil había mucho trabajo allí, así que durante dos meses estuve de sol a sol en un invernadero para ahorrar un poco e irme”.



A través de Facebook, una mujer chilena le alquiló una habitación en Bruselas. El 3 de noviembre, el ejidense se presentó allí sin conocer la ciudad ni el idioma. “Aterricé en el aeropuerto de Charleroi, a las 12 y media de la noche, con la única compañía de una maleta y un macuto”. Su aventura comenzó cuando tuvo que coger un autobús hasta Bruselas. “No caí en activar el roaming del móvil antes de viajar, así que no tenía ni idea de dónde me había dejado el bus ni de cómo llegar a la casa”. Después de varias horas apareció en su destino, y por suerte la mujer lo estaba esperando a pesar de las horas.



Al día siguiente, sin perder ni un minuto, José Luis se lanzó a la calle a buscar trabajo. “En la estación Gare Central conocí a una mujer belga, de padres asturianos, y me enseñó la Gran Place, el Palacio Real y el Parque del Cinquentenario”. Además, le dio los contactos de un grupo de españoles que buscaban trabajo en Bruselas y así fue como conoció a un cubano que lo contrataba como albañil y fontanero algunos días sueltos.


El castillo Pero fue un amigo suyo, desde Aguadulce, quien le instó a mandar el currículum a un empresario que iba a reformar un castillo en Amberes. “La oportunidad era buena porque subirían 10 albañiles desde Almería, así que en enero cogí un tren hasta esa ciudad y, por suerte, me han contratado para dos años”. Después de dar tumbos en Bruselas, ciudad de la que se conoce hasta el último rincón de tantas veces que se ha perdido, le toca seguir con una aventura que le ha llevado a reformar un lugar que, a buen seguro, le tiene preparadas varias sorpresas que no va a poder olvidar.


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