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Así se organiza el verano con niños en el interior de Almería: "En el pueblo se vive diferente"

La llegada de las vacaciones escolares rompe rutinas y obliga a las familias del interior almeriense a reinventarse

La familia purchenera Urán Lara: los papás Jose y Guille, y sus hijos Julia y Marco.

La familia purchenera Urán Lara: los papás Jose y Guille, y sus hijos Julia y Marco.Guille Lara

César Lorente Venteo
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La llegada del verano significa para los peques de la casa tiempo libre y diversión pero para los padres significa que, por desgracia, el curso escolar ha terminado. Así, las familias se tienen que enfrentar a un doble reto: llenar de vida el tiempo libre de sus retoños y sobrevivir, en paralelo, al calor y la conciliación

No es fácil. Pero, como cuentan Guille Lara desde Purchena y Pedro Simón desde Olula del Río, hay soluciones, apoyos y también ventajas que hacen que la vida en el pueblo durante el verano sea, como mínimo, diferente.

La piscina, un santuario

“Con el verano se pierden los horarios y al principio cuesta adaptarse. Pero también es cuando aparecen los amigos que vienen de fuera y la calle se llena de juegos”, explica Guille, madre de dos hijos de 6 y casi 9 años.  Pedro, que tiene una hija a punto de cumplir tres años, lo resume así: “Todo cambia. Rutinas, hábitos y toca tirar de parques, escaparse a la playa y mucha imaginación”.

Vista aérea de Purchena.

Vista aérea de Purchena.CLV

En julio, los coles de verano ayudan a marcar cierta pauta. Guille confiesa que esa estructura matinal les permite trabajar, sabiendo que los pequeños están activos. “Al llegar agosto, cuando ya no hay actividades, pedimos la semana de conciliación, aunque no sea remunerada”.

En el caso de no poder optar a la conciliación Pedro añade que “o tiras de un familiar o contratas una niñera. No hay más”, destacando el papel imprescindible de los abuelos. “Son importantes todo el año, pero en verano, sin ellos, sería inviable”.

Echarse a la calle

Las actividades cambian con la edad y la imaginación: del escondite al vampirito, del tocapuerta a los videojuegos, pasando por una nueva moda entre niñas y niños: hacer pulseras, pendientes o vender pequeños objetos artesanales. “Me encanta ponerme con mi hija a hacer pulserillas. Se nos van las horas”, dice Guille.

Pedro hace también hincapié en la importancia de acudir a los parques o la piscina para que no se pierda del todo la rutina: “se encuentran con los amiguillos y no están siempre con los padres y familiares”. También tiene clara una cosa: “¡cuando se va a la playa hay que enfangarse hasta arriba de arena!”:

Vista de Olula del Río.

Vista de Olula del Río.CLV

Lo que ambos padres comparten es la percepción de seguridad y libertad que ofrecen los pueblos. “Sabes dónde están. Y si pasa algo, algún vecino te avisa”, señala Guille. Aunque Pedro señala algo de lo que se ha dado cuenta: “Antes jugábamos más en la calle. Ahora parece que educamos a los niños para que jueguen en sitios concretos y la calle se ha convertido en un sitio más de tránsito”.

A pesar de los desafíos –el calor, la falta de actividades organizadas en agosto, los malabares de la conciliación–, los pueblos siguen siendo ese lugar donde, con lo justo, se puede crear un verano inolvidable. “Nosotros nos hemos quedado en el pueblo por esto”, dice Guille. “Por la cercanía, por la gente, y porque los niños se creían con más autonomía".

Y es que en estos rincones del interior, donde el tiempo parece ensancharse con el calor, el verano no solo se sobrevive. Se vive. A nuestra manera. Y esa diferencia, a veces, es justo lo que los niños más necesitan.

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