Dialéctica en la cola del paro
“Hay que ponerse zancos para estar a la altura intelectual del inefable diputado, Alberto Garzón, que hacía pública apología de la Revoluci&oa
He de admitir que soy muy fan de esa progresía exquisita que se pasa la vida afirmando estar del lado de la famélica legión, mientras se comporta, vive y consume como uno de esos príncipes rusos de las novelas de Tolstoi. Siempre me ha provocado gran admiración la flexibilidad mental del que, desde el comportamiento elitista, pontifica a diario sobre el final de las élites. Y así, nos encontramos con cargos de Izquierda Unida que no dudan en tildar de “horteras” a quienes no visten o amueblan su casa según su preferencia, o tampoco se les contrae la glotis a la hora de llamar “catetos” a los que disgustan sus gustos (los de ellas y ellos, digo). Pero esta manía por despreciar a los que no consideran iguales, es decir, lo que de toda la vida se ha llamado el clasismo más rancio, no es algo exclusivo de la cúpula local de IU, sino que tiene sus ecos en las más altas esferas de la coalición de izquierdas. Resulta que el coordinador de Izquierda Unida y Diputado de Unidos Podemos, Alberto Garzón, no dudó en señalar en una entrevista que él no estaba dispuesto a ir a explicar su proyecto político a una cola del paro, “porque no le iban a entender”, dado lo elevado y depurado de su retórica discursiva marxista. Hay que ponerse zancos para estar a la altura intelectual del inefable diputado progresista, que hace unos días hacía pública apología de Revolución Soviética de 1917 (“Revolución es Paz, Pan y Tierra”, escribió) que, entre otras catástrofes, produjo una guerra, una hambruna y tierra de sepultura eterna para millones de seres humanos. Pero no nos desviemos. Es decir, que el apóstol de la lucha de clases no considera a los parados españoles (esos que forman la generación mejor preparada, etcétera) con suficiente formación como para comprender la trascendencia dialéctica de su mensaje. Se ve que los mújics y los marineros de Petrogrado sí la tenían y por eso entendieron a Lenin a la primera. En fin. Está visto que los parados españoles son –también- unos catetos.